miércoles, 15 de agosto de 2007

Portento en Pamplona


Caviloso y algo sorprendido estaba por los recientes acontecimientos sobre la formación de gobierno en Navarra, cuando sucedió algo portentoso: el mismísimo Nicolás Maquiavelo vino en mi ayuda, salió de su tumba tras cinco siglos de reposo y se puso a tomar cañas conmigo en la pamplonesa Plaza del Castillo. Sin preámbulos, me espetó que la política no es una construcción ideológica sobre la que escribir tratados especulativos, ni tampoco se mueve por motivaciones morales, pues su punto central es el poder, sus formas y sus mecanismos. Yo repliqué que UPN y PP habían estado llamando traidores y antipatriotas a quienes ahora los habían situado en el poder mediante sus votos en blanco y sus abstenciones, pero los socialistas parecen no sentir ni padecer, ni tener memoria, ni autoestima, ni rencor, ni nada de nada. El PSN callaba, obedecía los dictados de Ferraz, y con una teja (cual Job en plena desventura) se iba rascando las heridas y las llagas producidas por sus militantes disidentes o dimisionarios. Me habían repetido hasta la saciedad que el poder viene del pueblo, y que la legitimidad de los gobernantes y los representantes del pueblo se basa en el respaldo popular que han obtenido. Pero llega Pepe Blanco, y ha pasado de que las Juventudes de un partido son su activo más valioso y esperanzador a que resulta ser “un hecho irrelevante” que dimita toda la ejecutiva de las Juventudes del PSN.

Con mucho aplomo, Maquiavelo trató de explicarme que siempre han sido así las cosas, pues la naturaleza humana es como es y nos hace insaciables: los ricos y los poderosos desean explotar más, mientras que los demás desean no sólo conservar lo que tienen, sino apoderarse de cuanto puedan. “La mayoría de los hombres olvida más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”, concluyó. “Pues bien” –prosiguió- “el poder es el bien más ansiado por el hombre”. Como el poder es el único fin en sí mismo, y lo demás son pamplinas, me recomendó asimismo que fijase mi atención sobre las formas de adquirir y mantener el poder que tienen los gobernantes, pues allí no hay principios morales, sino una enorme carga de energías y maniobras para manipular las situaciones y las condiciones que lleven a acceder al poder y a mantenerlo.

Siguió exponiendo, tras engullir una ración de boquerones y otra de patatas bravas, que el gobernante debe tener virtù (una mezcla de audacia, intuición, habilidad, resolución y lucidez), pero que actualmente tal virtù brilla por su ausencia en la política hispana, europea y mundial. Decía que un verdadero político debe estar dotado de una astuzia fortunata, pero que desde aquella Plaza del Castillo apenas atisbaba algo de astucia y de gloriosa habilidad. Más bien sólo percibía un fuerte olor a mediocridad.

Maquiavelo continuó aseverando que el auténtico gobernante no se refugia en las reglas del honor ni de la moralidad, pues sólo importa la necessità, la razón de estado suprema, que dirige y condiciona cualquier otro elemento en política, según sus propias leyes e intereses, de forma tal que las instituciones, los pactos, la coherencia, la lógica, la demagogia, la verdad y la mentira han de utilizarse en razón de esa necesidad.

Objeté inmediatamente que, como ya afirmó Aristóteles, somos constitutivamente éticos; es decir, que por el hecho mismo de existir vamos construyendo nuestro propio modo de ser moral, y que hasta la amoralidad es un caso más de moralidad. Maquiavelo se sonreía mientras me escuchaba, apuró el último sorbo de su enésima caña de cerveza y abrió un periódico del día. Fue leyendo parsimoniosamente la noticia de que los padres de Madeleine McCann, la niña británica desaparecida hace ya cien días en el Algarve portugués, han abierto una sección en el sitio de videos YouTube para ayudar a otros niños desaparecidos como su hija. Inauguró el nuevo canal la esposa del Emperador, Laura Bush, que pronunció con tal motivo las siguientes emotivas palabras: "Todos los que somos padres, sabemos lo que es perder a un niño por un minuto en un centro comercial. El tiempo se detiene hasta que uno encuentra a su hijo o hija”. Antes de esfumarse, Maquiavelo me invitó a pensar, como contraste, en las decenas de miles de niños que cada día mueren de hambre, sed, enfermedad, explotación, abusos o guerras. Su saludo de despedida fue: “Laura Bush y algunos políticos hispanos y navarros no son más que minúsculos botones de muestra de la realidad. Ya ves, Antonio, cuán poco maquiavélico está siendo hoy Maquiavelo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.