miércoles, 12 de septiembre de 2007

¿Pobres minusválid@s?


En algunas vidas hay momentos en que parece que la tierra firme se torna arenas movedizas, el sol se apaga y el aire no llega ya a los pulmones. Lo que antes parecía firme y seguro aparece entonces envuelto en incertidumbre. En esos momentos se agolpan en esas personas multitud de preguntas sin aparente respuesta y sus vidas se sitúan en la más cruda de las encrucijadas. En esas mismas circunstancias se halló un día Nuria Rivas, una muchacha de 31 años, hermosa por fuera y por dentro, llena de vida, despierta y amante del deporte, cuando le comunicaron hace un par de años que debían amputarle una pierna. A pesar del duro golpe recibido, decidió que iba a luchar por la calidad de vida que le restaba, además de por la calidad de vida de los demás, pues era consciente de que a miles de personas a su alrededor les había ocurrido o les estaba ocurriendo lo mismo.

Nuria tuvo que pasar de las canchas de baloncesto en las que tanto brillaba y prometía como jugadora al inacabable y oscuro túnel de la amputación de una pierna por un osteosarcoma (tumor en la rodilla). Tras duras sesiones de quimioterapia y once intervenciones quirúrgicas, tras tener incrustado en su paladar el sabor constante del dolor, un día despertó en la cama de un hospital sin una de sus piernas. Desde aquel momento, tuvo que volver a aprender a andar con la ayuda de una prótesis, a moverse y realizar las actividades físicas y cotidianas más elementales hasta entonces, pero sobre todo tuvo que asumir ante sí misma y ante la mirada de los demás su nueva imagen, sus limitaciones, sus dependencias.

Nuria aprendió también que muchas personas habían pasado por el amargo trance de la amputación de alguna parte de su cuerpo. Jóvenes y maduros, hombres y mujeres, en la plenitud de sus vidas o en su declive, descubrió de forma especial que muchos otros se encontraban en su misma situación, se hacían sus mismas preguntas, buscaban asesoramiento y ayuda, se perdían en el laberinto de las ortopedias, mientras masticaban desamparo y soledad. Hablaban de accidentes de tráfico o laborales, de enfermedades súbitas o prolongadas, o de malformaciones congénitas. Contaban padecimientos sin cuento por prótesis mal diseñadas o confeccionadas, las prótesis antediluvianas que les habían endosado y de otras prótesis –lejanas e inaccesibles a sus bolsillos- que les podrían proporcionar un abanico más amplio de posibilidades y de bienestar. Nuria no quiso compartir con ellas sólo su desgracia, pues resolvió jugar un nuevo partido de baloncesto, cuyas líneas de demarcación fuesen solo el horizonte, y donde las estrellas del firmamento hiciesen de focos de esa cancha: un día antes de su ingreso en el hospital para la amputación de su pierna, visitó en Madrid la sede de ADAMPI (Asociación de Amputados Ibérica), pues ya estaba resuelta a luchar por sí misma y por los derechos de los amputados en Aragón.

Desde aquel momento Nuria y otros miembros de Adampi-Aragón están empeñados en darse a conocer al colectivo de amputados aragoneses, para ofrecerles ayuda y obtener así, juntos, acogida real y efectiva a sus reivindicaciones y necesidades. Los amputados quieren ser ciudadanos cabales de pleno derecho, que aspiran a desarrollarse bien y al máximo, dentro de sus características y limitaciones. Piden que, dados los grandes avances en la tecnología de las prótesis, estén incluidas esas prótesis en el catálogo que se les ofrece en el sistema sanitario, de tal forma que alcancen la funcionalidad, la seguridad y la calidad de vida máximas dentro de sus posibilidades. Quieren atención específica en su información, rehabilitación e integración. Quieren, en suma, superar el golpe sufrido con ayuda real y eficaz por parte de las instituciones públicas, pues tienen el mismo derecho fundamental al bienestar y a la felicidad. Quieren asimismo que todos los amputados aragoneses se sumen a su proyecto, para que todos esos objetivos se hagan reales y redunden en beneficio de todos.

Nuria, con su eterna sonrisa, habla además de otras conquistas personales, que dicen mucho de su entereza. Lejos de arredrarse por no tener una pierna, se pone minifalda, y sigue haciendo, encantada, natación, yoga, rafting, o remo en kayak. Busca absorber y degustar cada segundo, pues conoce el maravilloso valor de cada instante. Dice con una contagiosa serenidad que para ella “pequeñas cosas son grandes cosas”, pues su mirada, su mente y su corazón convierten lo aparentemente nimio y cotidiano en un momento hermoso y valioso por sí mismo.

ADAMPI dispone de un sitio web: www.adampi.com, y su dirección de correo electrónico es aragon@adampionline.com.

Publicado hoy en El Periódico de Aragón, con el título "Quienes mueven montañas"

2 comentarios:

  1. Esto es un ejemplo de moral y superación personal y no lo que nos creemos los demás. Antonio Aramayona por siempre grande.
    PD: a ver si nos vemos pronto. Un enorme abrazo de tus amigos.

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  2. Claro, ¿cómo estás/estáis? Gracias por el comentario y el interés. Por supuesto que nos vemos pronto. Para eso está el teléfono. Lo tenéis, no?

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