miércoles, 14 de noviembre de 2007

Hola, Santiago


Aznar ha escrito “Cartas a un joven español”, llamado Santiago. Hoy ha salido en El Periódico de Aragón el articulo “Hola, Santiago”, donde me dirijo también a ese joven para darle mi punto de vista sobre la vida y el mundo

Desconozco, Santiago, si, como escribe alguno de ti, te llaman “facha”. No debe importante mucho lo que te llamen, aunque nunca está de más preguntarse por qué te llaman “facha” y no, por ejemplo, “cernícalo”, ”soñador” o “rojeras”, pues el fascismo no es una opción más entre otras, sino la clave para que deje de haber otras opciones, salvo el fascismo mismo. Seguramente, no eres facha, Santiago, pero cuanto más alejado estés de los fachas, de sus libros y de sus patriotismos falaces, mejor.

Hay palabras, Santiago, que se ajustan a los horizontes a los que uno aspira. Por ejemplo, paz, libertad, justicia o amor. Algunos recelan de ellas, pues en manos del pueblo pueden tornarse, como decía Celaya, un arma cargada de futuro. Pero son palabras hermosas, Santiago, capaces de dispensar esperanza y energía a quien las utiliza con mente y corazón limpios de prejuicios. Hay gente tan corta de miras que pretende, por ejemplo, reducir al amor a estrechos esquemas morales e imponer esos esquemas a todos. Imagina adónde te mandarían, en nombre de su moralidad, si les dijeses que en realidad al recio, marcial y español Santiago le gustan los chicos. Esas mismas personas dicen amar mucho la tradición y la historia de España, pero con ellas quieren sobre todo seguir imponiendo a todos su ideología, con el fin de que nada ni nadie se mueva. Eso no es amor patriótico, Santiago, sino puro inmovilismo, dejémonos de pamplinas. En todo caso, sería solo amor a esa España que han considerado siempre y en exclusiva su propio cortijo.

Te han hablado igualmente de que hay guerras buenas para prevenir males mayores. Mienten, Santiago. Se les ha acabado la coartada de la guerra fría y del peligro comunista, y ahora se aferran con uñas y dientes al terrorismo internacional y al terrorismo islámico para seguir con sus intereses de dominación y sus negocios. Te han escrito que quienes asocian el islamismo radical con las enormes injusticias perpetradas sistemáticamente por las potencias occidentales en el Tercer Mundo y en el universo musulmán son personas “de la izquierda”. Subliminalmente, están asociando izquierda, islamismo y terrorismo. Y es que no solo mienten, Santiago, también son unos trileros.

Hay también palabras, por sí mismas neutrales, que en España han hecho mucho daño, pues algunos las han utilizado para mantenerse en el poder durante siglos, también para acabar con un régimen democrático, montar una guerra fratricida y asesinar y perseguir a decenas de miles de españoles. Por ejemplo, patria, dios o españa. Ahora las esgrimen para montar una bronca continua y hacerse con el poder (los conservadores llevan tantos siglos mandando en España que viven sin vivir en ellos cuando el pueblo los manda a la oposición). España, dios o patria son palabras que la derecha ha maltratado tanto en su propio beneficio que ahora están contaminadas del discurso engañoso y multisecular al que nos tiene habituados.

Aunque parezca que incurro en una contradicción, voy a darte un consejo: ante todo, Santiago, sé cauto cuando te den consejos. Quien aconseja parece cargado de razones sesudas, de tal forma que si no aceptas lo que te dice parece que estás acumulando malos presagios sobre tu cabeza. Es preferible que ante todo seas tú mismo, sin más aditamentos. Es magnífico pensar sin corsés, críticamente y con criterio propio, afrontar la vida con toda la amplitud que ofrece tu propia perspectiva (no tienes otra), decidir todo con libertad. Equivocarse es un derecho, también una condición sine qua non para que cada uno vaya haciendo de sí mismo un ser humano cabal y un ciudadano libre y responsable. Tú verás, Santiago, qué quieres hacer con la rica experiencia que pueden aportar los demás. En cualquier caso, que nada entre en ti sin antes haberlo masticado y deglutido (a veces, también escupirlo puede llegar a ser sano y positivo).

Quienes te han asegurado también que “la verdad está más allá de la ciencia”, no te han aclarado en qué consiste esa verdad, pues solo acuden a palabras y expresiones vacías, carentes de referentes. Quizá, como confunden ciencia y creencias, siguen empeñados en sus clases obligatorias de religión en la escuela pública, ignorando así que en la escuela deben impartirse saberes, y no creencias, legítimas, pero en otro espacio distinto.

Tampoco te tomes en serio a quienes te digan que tu propia “entidad individual” está en riesgo, si el “ser español” está en peligro. Han vivido demasiado tiempo de ese cuento metafísico. No dejes que esos cuentistas te cuenten más cuentos, Santiago.

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