lunes, 12 de noviembre de 2007

Pensamientos "on road"


A pesar del cierzo frío de la tarde, he ido con mi silla de ruedas casi recién estrenada a la librería Cálamo de Zaragoza, para comprar el libro “El reflejo de las palabras”, de Kader Abdolah (Salamandra, 2006), recomendado por mi hijo Javier (hasta la fecha, todas sus recomendaciones se cuentan por aciertos).

Llevo quince días redescubriendo lo que había olvidado por desuso: el placer del aire en la cara, la caricia del sol mientras desfilan lentamente arbustos, árboles…, la naturaleza entera. Hasta ahora mis paseos los marcaba mi coche, siempre que se pudiera aparcar muy cerca del punto de llegada. Una vez llegado, esa meta era fija e inamovible (por ejemplo, la terraza de una cafetería, donde apuraba mi bebida, mientras conversaba y/o leía. Ahora he descubierto de nuevo calles que tenía medio olvidadas de tanto no poder pasar por ellas. Sería bueno para todos no olvidarse nunca de la riqueza de colores, sonidos, formas, movimientos que nos rodean y constituyen nuestro entorno. A veces, la costumbre nos hace ciegos, sordos e insensibles a la maravilla de la vida.

A la vuelta, en la antaño tan familiar para mí calle de Juan Pablo Bonet, un hombre que estaba a punto de dejar ya la treintena, estaba sentado, aterido de frío, con un bote pequeño a sus pies, donde podían verse unos cuantos céntimos. Se me ha quedado su visión tan grabada que he dado medio vuelta, he charlado un rato con él y le he dado dinero suficiente para que esa noche durmiese caliente y cenado. Mientras mi silla de ruedas iba sorteando mamás y niños salidos del colegio, me he quedado pensando en que la caridad nunca remedia el problema, que lo fundamental es la justicia social, la existencia de servicios públicos básicos, etcétera, etcétera….Ya desde muy joven, cuando militaba fervientemente en el PCE, esos planteamientos me parecían tan palmarios como ahora. No obstante, también es cierto que ese hombre, al que nunca jamás volveré a ver, que se gastará el dinero en lo que le venga en gana, tendrá una noche en que la vida será menos oscura y menos amarga. (Algo es algo… ¿Algo es algo? ¡Algo es algo!).

Más adelante, llegando a mi casa, una madre explicaba a su hija que debía saber que no todos los niños y las niñas quieren que les dé la mano para ir juntos, ni les gustan que les den besitos, ni quieren ser amigos suyos… La niña callaba. Yo daba la razón a la madre en mis adentros, mientras me sentía un poco esa niña.

Hace mucho tiempo, leí una frase de Baudelaire que se me quedó grabada hasta hoy: “Cada uno de nosotros lleva dentro de sí un hombre una mujer y un niño. Y el niño casi siempre está en apuros”.

2 comentarios:

  1. Debe ser innato a los seres humanos ese tipo de reflexión (lo de "Algo es algo..."). Me pasa exactamente lo mismo cuando doy limosna. Siempre me digo: "Seguro que al menos le servirá para algo". Cuando te sonrien te regalan una parte de ellos...

    Nadie debería vivir en la calle, ni pasar frío o hambre. Hasta que eso no se consiga no existirá la justicia.

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  2. Completamente de acuerdo. Ya he dejado escrito que siento lo mismo y pienso lo mismo. Esta tarde hce mucho frío... ¿Qué será de aquel hombre?

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