jueves, 28 de febrero de 2008

Felicidades, madre


Hoy, 28 de febrero, era el cumpleaños de mi madre. Sigue viviendo en mi mente y en mi corazón. Hoy he cerrado los ojos y he buceado dentro de mí. Allí nos hemos encontrado. Felicidades, madre.

Amores que matan


Ayer llovieron copiosa y violentamente las noticias sobre mujeres asesinadas por violencia machista. La especie humana padece así, una vez más, una regresión hacia el trogloditismo.

El maltratador, el violento, el asesino machista tiene la necesidad de que a la mujer (su mujer, propiedad privada) está sometida. El “maltratador” ni desea ni soporta una mujer libre a su lado: la libertad de la mujer es para él un insulto, una provocación. Necesita que su mujer se sienta mucho más desgraciada que él como lenitivo de su propio infortunio. En el caso de que ella reclame, denuncie o -simplemente- quiera la liberación, salir del infierno, él se encargará de devolverla violentamente a la realidad de su desgracia. La violencia machista se infringe como un castigo y una humillación para la mujer, pero también como una advertencia: "sin mí, no tienes derecho a nada, ni siquiera a vivir; o me sirves o te mato; o te resignas a tu suerte o -literalmente- te desgracio". Los malos tratos son así la punta del iceberg del rencor del “maltratador”.

El “maltratador” es un inmaduro que no soporta que nadie -mucho menos “su propia” mujer- madure por su cuenta o al margen de él (lo vive además como un acto de rebelión o insubordinación). Necesita a una mujer que acepte sin rechistar su forma de vida primitiva, sin otros planteamientos u horizontes que los consentidos por él. Los malos tratos revelan la impotencia del maltratador a la hora de ofrecer a su mujer una alternativa diferente al sometimiento. El verdadero problema del maltratador consiste en comprobar que su mujer es -o quiere ser- simplemente una persona: en tal caso no sabe qué hacer o qué decir, salvo pegar, maltratar o matar.

Todos hemos venido a la vida con el derecho y la obligación de intentar estar bien y ser felices. El “maltratador”, en cambio, vegeta en un mundo ficticio, en plena indigestión de una realidad que no comprende, y en el colmo de su delirio se cree administrador de la felicidad de la mujer, nacida -según él- con la misión de estar permanentemente a su servicio. En caso de que ella se niegue, no se le ocurre cosa mejor que liarse a golpes, cuchilladas, tiros o latas incendiarias.

Lo que realmente está en juego con los malos tratos a tantas mujeres es el modelo mismo de la convivencia entre las personas, especialmente dentro de esa institución tan compleja e intrincada que se ha venido en llamar “pareja” o “matrimonio”. Los malos tratos no constituyen sólo un conjunto de lamentables casos individuales, sino sobre todo un fenómeno social y colectivo de gran calado social y enorme envergadura. Lo cierto es que los futuribles “maltratadores” y maltratadas están ahora en las calles, en las casas, en las escuelas. Cien toneladas de jueces, fiscales y policías tendrán a medio y largo plazo mucho menos peso específico que unos cuantos gramos de civismo y cordialidad, de respeto y humanidad, en el corazón de cada niño y de cada joven.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Abajo las cavernas

Puedes leer mis impresiones sobre la campaña y el debate electorales publicadas en el artículo de hoy en El Periódico de Aragón: ABAJO LAS CAVERNAS

martes, 26 de febrero de 2008

Paseo por el amor y el debate



Aquel hombre estaba realmente desolado: llevaba mucho tiempo sintiéndose cada vez más solo y lamía a cada instante sus presuntas heridas porque -se lamentaba- no lo quería nadie. (Pero, al menos, había visto el debate televisado entre Rajoy y Zapatero).

Aquel hombre comprobaba que, salvo rarísima excepción que no hacía más que confirmar la regla, el asunto monotemático de la mayoría de sus canciones preferidas o en el argumento de casi todas las películas o novelas, era el amor, sólo el amor y nada más que el amor (aunque sería más exacto en este caso sustituir el término "amor" por "desamor"). (Algo parecido, pues, a lo que se dijeron anoche en el debate: lo de siepre, lo mil veces ya oído y sabido)

Aquel hombre descubrió con el paso del tiempo que el planeta Tierra giraba realmente sobre un único eje, muy a menudo chirriante: el deseo de querer, el deseo de ser querido, también la ausencia del querer, el desamor. Y por ello mismo, aquel hombre, cuando pensaba en el verdadero lugar que ocupaba en el universo era algún anillo de Saturno. (Algunos asistentes al debate cree que los dos políticos que e4staban sobre la palaestra podrían ser también perfectamente saturnianos).

La permanente presencia del amor (desamor...) allí por donde fuera o le llevaran lo dejaba la mar de pensativo, pero sobre todo muy herido en su susceptibilidad, pues sentía lesionada su autoestima: mientras el amor parecía pulular por el mundo como el polen de las gramíneas en primavera, él continuaba siendo para todos (sobre todo para sí mismo) una incógnita indescifrable, pues un día tras otro le tocaba asumir exclusivamente el papel de espectador (a veces también de carabina discreta y silenciosa de algún que otro presunto amigo). (Y también exclusivamente el papel de espectador de debates y, después, de votante).

Por si fuera poco, en plena calle, en cualquier carretera o en la chapa trasera de los automóviles podían verse frases tan lindas como “yo amo la pizza napolitana” o “yo amo New York” (o Remolinos o Tauste o los colchones Pikolín o el Manchester United...), con un corazón en medio, haciendo las veces de aquel amor tan pública y notoriamente declarado. (Cosas similares pueden observarse en las calles y las carreteras si uno se fija en los murales electorales y sus eslóganes).

Así, aquel hombre fue comprobando repetidamente que, según los casos, el amor aparece como algo apreciado, denostado, ansiado, vendido, manipulado, adorado... Observó también que, en el colmo de la alienación personal y la enajenación social, hay quienes pretenden tener la exclusiva de reglamentarlo y hacen gala, cual excelsa dedicación profesional, de su presunto deber institucional de anatematizar a cuantos no acaten sus códigos morales. (Por cierto, ¿más allá de PSOE y PP, hay otras opciones políticas? ¿No existen? ¿No debaten? ¿El 9-M se elige al Presidente o a nuestros representantes políticos dentro del arco parlamentario?).

Un día aquel hombre conoció a una mujer. Se sintió afortunado, amén de conmocionado y conmovido. Se casaron tres años, siete meses y veinticinco días después. Al principio, apenas salían: querían estar sólo juntos, amándose tierna o ferozmente, según los momentos y sobre todo según la variable meteorología del alma y del cuerpo. (Algo parecido a lo que ocurrirá el 10-M y días sucesivos: NADA….)

Según va diciendo por ahí un amigo común, aquel hombre lleva ahora en el cristal trasero de su coche una pegatina en la que se lee: "Yo -corazón- Benidorm". De lo que se deduce que, con toda probabilidad, suelen veranear en dicha localidad mediterránea. Dentro, en pleno salpicadero, sobre tres fotografías (esposa, más la parejita), un mensaje quizá poco original, pero sin duda sincero: "Papá, no corras". También un San Cristóbal y un banderín del equipo de fútbol de su ciudad. (Ahora el PP ofrece como eslogan electoral: “Las ideas claras” – algún conductor estivo a apunto de salirse de la calzada tras leer semejante boutade).

Lo cierto es que ahora se siente otro hombre. Y apenas se pregunta ya qué es eso del amor. Queda por saber si se debe a que tiene muy clara la respuesta o a que tiene muy oscura la pregunta misma. (Creo que también pasa de política: o por tener todo claro o por moverse en el oscuridad cerrada).

En cualquier caso, aquel hombre dice dormir mejor por las noches. Aunque a veces su mujer le deja escasos centímetros de cama y le recrimina sus ronquidos. (Duerme también escuchando el programa deportivo El Larguero).

No obstante, algunas noches, el dormitorio a oscuras y su mujer a su lado, aquel hombre esboza una sonrisa, amplia y tranquila, a la vez que musita hacia sus adentros: “la quiero, la quiero... me quiere, me quiere...” (Pero nunca, nunca, nunca: Mariano, mariano, Mariano… O ZP, ZP, ZP….).

lunes, 25 de febrero de 2008

¿Debate? ¿Qué debate?



Ante la expectativa mediática motivada por el debate electoral de hoy entre Zapatero y Aznar, por pura profilaxis personal, unos amigos y yo hemos decidido cenar juntos a esa misma hora en un restaurante donde no haya el menor atisbo de televisor en funcionamiento.

domingo, 24 de febrero de 2008

Sobredosis electoral


Como los hechos importantes no acontecen en quince días de campaña, sino a lo largo y ancho de los cuatro años de legislatura, al ciudadano le bastaría con tener memoria de lo hecho y no hecho desde el gobierno y desde la oposición. El ciudadano ha de tener también deseo de pensar y decidir por sí mismo, voluntad de coherencia personal y política, consciencia de que es votante por un día, pero persona y ciudadano de su país y del mundo durante toda la vida. En tal caso, el ciudadano estará vacunado contra muchos males, también contra el actual bombardeo electoral.

sábado, 23 de febrero de 2008

Un regalo de fin de semana


Otra frase de Vygotsky (o.c. 197), como regalo de fin de semana:
“Una palabra es un microcosmos de conciencia humana”

viernes, 22 de febrero de 2008

Una frase de Vygotsky


Hace unos días, leyendo el libro de Vygotsky Pensamiento y Lenguaje (capítulo II, página 45), encontré una frase magnífica (pensada detenidamente, paladeada sosegadamente) :

“Una necesidad solo puede ser realmente satisfecha a través de una determinada adaptación a la realidad”

jueves, 21 de febrero de 2008

Un "perderse" saludable


Desde hace tiempo, cada vez que alguien pide mi parecer acerca de ciertos problemas (fracaso escolar, educación de los hijos, desencuentros en la pareja...), le suelo aconsejar (metafóricamente, claro) “perderse en la sierra”: cualquier fin de semana y tras levantarse temprano, hay que meter en la mochila un buen bocadillo junto con suficiente bebida. A renglón seguido, hay que dirigirse sin vacilar “a la sierra” (= o al parque, o al propio cuarto, o a donde sea...), donde uno procurará “perderse” durante unas cuantas horas. Allí, en la soledad, en silencio, se enfrentará con sinceridad a las preguntas que ocupen o preocupen. Con un poco de suerte, mediante este procedimiento se conoce también a nuevos amigos, o se vuelven a encontrar viejos conocidos: a nosotros mismos, directamente, sin caretas.

Es preciso “perderse”, para poder encontrarse, incluso para llegar a conocerse realmente por primera vez. Sin prisas, sin plazos, sin condiciones, con el ánimo claro, con la inocencia de un niño, con el peso de la existencia a cuestas, hay que adentrarse en las montañas, en los bosques donde se escucha respirar el silencio, donde la vida nos acaricia al penetrar en esos rincones dolorosos y doloridos. Hay que contemplar la vida cara a cara. Es la hora de las preguntas. Es la hora de la verdad. Es la hora de afrontar nuestra realidad, de reconocernos a nosotros mismos, de aceptar unas cosas, de cambiar otras, de tomar decisiones, de no ir al pairo por la vida, sino en alguna dirección (y el que no quiera ir a ninguna parte, que sea porque así lo ha decidido).

Lo cierto es que desarrollarse plenamente como ser humano es incompatible con la alienación pura y dura, negadora de la reflexión, la profundidad, la quietud, la entereza, la sinceridad ante la vida y el mundo. Posiblemente, a pesar de todo, no se atisben grandes ni brillantes respuestas (está por ver que existan como tales). No hay que olvidar que quien asegura estar en posesión de grandes verdades monolíticas puede estar basando sus presuntas certezas sobre cimientos bastante inseguros e inciertos, y es que a veces una seguridad a ultranza oculta un mundo poblado de incertidumbres inconfesadas. Por el contrario, quien no teme perderse y caminar por la vida, quien no ha renunciado a sondear en lo profundo de la realidad, sin paliativos, se sabe poseedor de pocas certezas y verdades, pero sí de sí mismo y del gozo de vivir intensa e ilusionadamente.

Quien día a día, “perdido en la sierra”, se esfuerza por atisbar con su mirada los horizontes, lejanos y borrosos, de la vida se sabrá también solo. Sin embargo, lejos de temer la soledad, la aceptará como una forma privilegiada de mantener nítida e intensamente la dimensión humana del mundo.

Es frecuente incurrir en la torpeza de dividir simplistamente las respuestas posibles en buenas y malas. En realidad, eso es maniqueísmo o ignorancia o intolerancia. Hay respuestas mías, respuestas de otros y respuestas de nadie (en el sentido de que son de otros, pero no mías, pues nunca he decidido realmente que lo sean, aunque las repita como un papagayo o empleando muchos decibelios). Hay respuestas que no han penetrado una micra dentro de mí mismo, y otras que, aun con toda su provisionalidad, he amasado con fuerza y con cariño.

La verdad es que me gustaría mucho vivir en un mundo donde perderme cualquier día por la sierra y encontrarte allí con otros muchos, todos ellos también “perdidos”. Compartiríamos los bocadillos, el sol, el agua, la brisa, los olores... Hasta pronto, amig@.

miércoles, 20 de febrero de 2008

¿Anécdota?


En una clase de ética de segundo curso de B.U.P. un muchacho declaraba, entre ufano y avergonzado, que él no era tan “gilipollas” como para devolver a un vecino de su barrio el sobre de la paga mensual que éste había perdido aquella misma noche en la calle. Cuando le pregunté cómo se sentiría al recordar que aquel hombre se había ganado aquel dinero con su trabajo y que seguramente lo necesitaría para alimentar a los suyos, pagar facturas, etc, me miró de soslayo, a la vez que mascullaba: “procuraría no pensarlo”.

A mi modo de ver, lo preocupante de esta anécdota no es tanto que este chaval decidiese finalmente entregar o no el dinero a su legítimo dueño, ni siquiera sus presuntas razones para justificar su proceder, cuanto su reconocimiento, más o menos explícito, de que la forma de afrontar posibles conflictos consiste en “no pensar
A menudo vivimos con tanto ruido a nuestro alrededor, con tantas cosas en nuestra cabeza, con tanto estruendo en nuestro interior, que no nos percatamos de que corremos el riesgo de ir desapareciendo poco a poco, diluidos, sin contornos, sin vida propia. Dedicamos horas y horas a ver la televisión, a beber sin criterio, a trabajar sin corazón, a aburrirnos resignadamente, sobre todo a deambular sin sentido por los días y las semanas, y, en cambio, parece que tenemos verdadera alergia a dedicar algunos minutos al día a nosotros mismos, a degustar la vida desde otras perspectivas, más hondas.

martes, 19 de febrero de 2008

En-simisma-miento


Nada en la vida carece de importancia. Querámoslo o no, en cada situación “nos va la vida”, es decir, estamos implicados en la aventura de vivir, incluso cuando nos lamentamos de estar precisamente “perdiendo el tiempo y la vida”. Por supuesto, “vivir” no tiene aquí un significado eminentemente biológico o vegetativo, sino existencial: en mi vida “me va la vida”, en mi ser “me va ser” de una forma o de otra. Por consiguiente, lamentarnos o lavarnos las manos ante lo que somos -como si nada tuviéramos que ver con nosotros mismos- es una irresponsabilidad: somos el resultado dinámico de nuestra propia libertad, es decir, de lo que hemos decidido llegar a ser, paso a paso, momento a momento. Para bien o para mal, mi ser es mío, y debo decidir qué hago conmigo mismo, incluyendo nada o sumirme en la más delirante alienación.

No tengo forma de desembarazarme de mí mismo. Cada situación, hecho o decisión me enfrenta a mí mismo, me pone en el brete de decidir qué hago con la vida y en la vida. No me puedo tirar al cubo de la basura u ocultarme en el baúl de cualquier desván. Incluso cuando no quiero pensar en ello, cuando intento huir por todos los medios del problema o no “complicarme la vida”, estoy optando por un modo de conducirme en el mundo, por una forma determinada de vivir: concretamente, vivir “fuera de mí”, diluido entre las cosas y los demás, sin identidad propia.

domingo, 17 de febrero de 2008

Diana


Cuando Manuela me habló de su sobrina Diana, se me llenó la mente de curiosidad. Poco después, me envió un correo electrónico con varios poemas de Diana y entonces me llegaron a grandes borbotones el asombro, la ternura y una gran claridad que colmaba todo de luz.

Diana murió a los diez años de edad. Los poemas son notas que ella dejaba todos los días del año en la puerta del dormitorio de sus padres.

No tuve la suerte de conocer a una niña tan genial, tan fantástica, tan repleta de maravillas, tan detallista con sus seres queridos, pero siento que ella me va diciendo, en presente, mensajes donde habita por entero el arco iris. Gracias, Diana, por todo lo que nos has regalado.

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Aquí están unos cuantos poemas de Diana:

El sol levantóse con cuidado

dentro de una zapatilla colorada

y la gente volvió a unirse a nosotros amablemente

sin duda alguna,

sin más infiernos,

camillas fuera, palomas dentro,

y los presos cantando la canción de la LIBERTAD

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El era personalmente suyo

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Con unos viejos y rotos pantalones

Me construí mi choza de esperanza

Y eran tuyos

Por eso te debo mi sueño.

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Una golondrina tartatatamuda

Durmiendo una noche placenterusqui,

Se levantó soñando que tú me quierías,

Y silenciosamente

Colocó sus zapatos sobre la mesa

Pensando en que un sueño se podía hacer realidad

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Si ves a un cerdo, no le digas cerdo.

Si ves a una guitarra , tampoco guitarra.

Pero si ves a un Papá, llamale,papá

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Regalo:

Una flor

Un pajarito en una rama,

Un robot,

Un caracol

Un dibujo invisible´,

Un yayo,

Una legua amarilla

Una pulga gigante,

Un idefix,

Un jabalí,

Una gacela en bicicleta,

Un dormilón despierto,

Una alfombra desnuda,un despertador rinrineo ,y UN BESITO GRANDE,

miércoles, 13 de febrero de 2008

¿Contrato de integración?


Mariano Rajoy anunciaba el otro día su intención de hacer firmar a los inmigrantes un contrato de integración en la sociedad española, similar al que trata de hacer efectivo en Francia su primo hermano Nicolas Sarkozy. Me quedé pensativo ante la noticia: recordé que en sociología general me habían explicado que había que distinguir entre NORMAS y LEYES (Mores: las pautas de comportamiento más básicas e importantes en una sociedad), COSTUMBRES (folways: pautas de comportamiento sumamente extendidas, pero menos obligatorias que las anteriores; por ejemplo, casarse por la iglesia o llevar el anillo de casado) y USOS (usages: forman parte de las diferentes etiquetas y convencionalismos corrientes, por ejemplo, darse la mano los hombres y dar un beso en el caso de las mujeres). Creo que Rajoy y los del Partido Popular que han salido con la ocurrencia del contrato de integración, no afinan mucho dentro de esas distinciones de la sociología, pues se dirigen más a las vísceras de los ciudadanos votantes.

Espero al menos que en el PP hayan hablado consciente y voluntariamente de integración, y no de asimilación (proceso de incorporación a una cultura ajena, que implica la desaparición o la fuerte alteración de la cultura propia). De haber mencionado conscientemente la expresión “integración”, ello implicaría que el PP y la sociedad española en su conjunto , no sólo promueven la no discriminación por razones de raza o cultura (MULTICULTURALISMO, sino que también sumen la diversidad cultural como positiva, proponen la configuración de una sociedad en la que se combine l igualdad de derechos y la no-discriminación con el respeto de las diferentes identidades y expresiones culturales (estaríamos hablando entonces de PLURALISMO CULTURAL). Más aún, sería más que deseable que, afirmando no únicamente lo diferente sino también lo común), promoviéramos una praxis generadora de igualdad, libertad e interacción positiva en las relaciones entre sujetos individuales o colectivos culturalmente diferenciados) (estaríamos hablando entonces de INTERCULTURALIDAD).

lunes, 11 de febrero de 2008

Amor y alma


Durante la adolescencia nos pasamos la vida imaginando cuerpos, espantando miles de preguntas y de dudas sobre la sexualidad, imaginándola como si de una aventura en plena selva amazónica se tratara. El primer pecho tocado, el primer beso profundo, el primer sexo acariciado, las primeras humedades compartidas... Poco a poco, el número de safaris y de compañeras de aventuras va aumentando y, con ello, disminuye paralelamente el afán del descubrimiento del cuerpo. Siempre seduce un cuerpo, siempre atrae en el momento decisivo un cuerpo, pero se sabe que, a fin de cuentas, los cuerpos se parecen mucho unos a otros, los besos son iguales, el sudor y el jadeo y el orgasmo y el final del final y las palabras de bienvenida y las de despedida... Nos alejamos de la adolescencia con el sabor agridulce de saber que el cuerpo, finalmente, casi siempre es plano, contra él rebota casi todo, casi nunca es centrípeto, sino centrífugo. Avanzamos hacia la madurez (qué es eso, qué es ser mayor -que quién?- qué es ser adulto) y se puede arribar a la conclusión de que lo que realmente merece la pena es el alma del otro. La posesión del otro es de su alma. Y el alma nunca se tiene ni se posee, sólo se entrega como regalo. Una violación puede poseer violentamente un cuerpo, pero el alma queda asustada en un rincón, llorosa, maldiciendo al agresor. El alma es la verdadera conquista. Conquistar una mujer es tener la fortuna de que ésta done su alma. Pero su alma nunca se tiene: demasiado grande, demasiado profunda. El amor es una quimera precisamente porque nunca se consigue poseer un alma. Y por eso se regresa al cuerpo del otro: éste, a su través, se revela como el vehículo más directo para contemplar el alma del otro, para rozarla al menos. De ahí que muchas historias de amor sean todo menos historias de amor.

sábado, 9 de febrero de 2008

Nocturno de madrugada


Se levanta en noche cerrada. Va a la cocina, desnudo. Siempre se pregunta si alguien le estará viendo a través de los cristales de la puerta de la terraza. Un edificio inmenso se adivina al otro lado del patio de luces. Una sola luz en aquella mole. Quién será. Un viajero, un trabajador de noche, un insomne, un amante incansable, un estudiante angustiado por un examen... La luz se apaga y se enciende otra, blanca, a los pocos instantes. Será la cocina. Una vida decidiendo cosas tan importantes como tomar algo antes de salir o qué me pongo por las mañanas. Decenas, centenares de ventanas a oscuras. Todos durmiendo, al unísono. Ronquidos y respiración susurrante. Cuerpos desnudos y camisones y pijamas y paños menores y camisetas... Sudor de las sábanas sudadas... Sueños y pesadillas... Un niño pequeño con el vaso de agua con el cuento de La Sirenita siempre en la mesilla. Mesillas con vasos que contienen dentaduras postizas. Cada cuarto, cada ventana es el centro del universo, cada par de ojos son las ventanas del mundo. Sinfonía de ventanas que irán encendiéndose para emprender otra nueva jornada. Ella también se despertará, madura, canosa, cansada, bañada de escepticismo. Se apartará del marido, siempre tan gélido, con los pies helados. Aún recuerda sus tiempos de luna de miel, en pleno invierno, cuando él ponía sus pies sobre el vientre y los pechos y el sexo y los muslos de ella. Parecía que la Antártida entera penetraba en su vientre, paralizaba cada uno de sus músculos. Ella prepara el café, recoge el comedor, detiene el sonido penetrante del despertador. El no se despierta, a pesar de que ya son muchas las ventanas encendidas del edificio. Ella se extraña. El siempre se incorpora de inmediato de la cama, pone sus pies gélidos sobre la alfombra, recorre el pasillo hasta el baño para salpicar de paso la tabla del inodoro. Pero él nada dice o hace como de costumbre y a ella le recorre un escalofrío. Se allega hasta la cama de uno-veinte (la compraron hace veintiocho años, poco ante de casarse) y sacude el hombro del marido, tan helado como habitualmente sus pies. Ella lo sabe. El jamás encenderá sus ojos. Y la ventana de aquella habitación quedará oscura para siempre.

lunes, 4 de febrero de 2008

Sobre la vida y la muerte


Ayer apareció en el diario El País un conmovedor relato de Jorge M. Reverte sobre la muerte de Josefina, su madre, y el desenvolvimiento de la decisión, libre y querida por la madre misma, de acelerar su muerte para que no tuviera sufrimiento y dolor. Podéis leerlo en

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/muerte/digna/elpepusocdmg/20080203elpdmgrep_1/Tes

Por si alguien no lo tiene claro, optar por acabar con la vida propia puede ser un acto sublime de amor a la vida misma (vivir no sólo es cumplir actos vegetativos). Auxiliar para que ese acabamiento sea digno, dulce y tranquilo puede ser un acto de amor hacia quien estás auxiliando.

En ese mismo diario y en la misma fecha, apareció también un reportaje sobre la campaña de acoso institucional y mediático, abanderada por el consejero madrileño, Manuel Lamela, que durante tres años denigró a médicos del hospital público de Leganés por sedar a enfermos terminales. Todos han sido exonerados judicialmente, pero nadie les ha pedido perdón. Podéis leerlo en http://www.elpais.com/articulo/reportajes/infamia/elpepusocdmg/20080203elpdmgrep_2/Tes

¿Por qué las fuerzas conservadoras de este país no dejan vivir y morir en paz?

domingo, 3 de febrero de 2008

Obispos españoles piden no votar socialismo


Aunque sin nombrarlo explícitamente, los obispos españoles llamaron este jueves a los católicos a no votar por el Partido Socialista (PSOE) de José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones generales que España celebra el próximo 9 de marzo. En una nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante las próximas elecciones generales, presentada ayer por su portavoz, Juan Antonio Martínez Camino, los obispos critican algunas de las medidas más importantes impulsadas por el Ejecutivo socialista durante esta legislatura, entre ellas el matrimonio entre homosexuales y el malogrado proceso de diálogo del gobierno con ETA

Acabo de escribir el artículo que saladrá el próximo miércoles en El Periódico de Aragón. Aquí está está:

EL MISTERIO DEL NACIONALCATOLICISMO

Nos explicaron que dios es tres personas distintas, pero que a la vez es uno solo, pues tiene una sola naturaleza divina. Al no poder entender semejante galimatías, nos dijeron que se trataba de un misterio insondable, fuera del alcance de la inteligencia humana. Sin embargo, ahora podemos entenderlo mucho mejor, pues vemos con suma nitidez que el ultraconservadurismo hispano (cuya última versión es el Partido Popular) y el catolicismo español son dos personalidades distintas, pero al mismo tiempo tienen una sola y única naturaleza, de tal forma que parecen actuar de forma autónoma y a la vez constituyen una sola realidad: el nacionalcatolicismo. Por eso hoy la CEE (Conferencia Episcopal Española) recomienda a sus fieles votar al Único Partido Verdadero: el PP.

De hecho, ambos han ido indisolublemente unidos desde toda la eternidad hispana, imponiendo a todo quisque sus verdades inmarcesibles, repartiéndose poderes, tierras y prebendas, eliminando herejes. Desde Leovigildo y Pelayo, gracias a esa única naturaleza del ultramontanismo católico-nacional, han venido gloriándose de las victorias de Clavijo contra los moros o del Caudillo por su Dios y por su España contra los ateos comunistas y masones. Durante cuarenta años enviaron a sus comisarios políticos a adoctrinar obligatoriamente F.E.N. y a sus curas a adoctrinar obligatoriamente Religión y Moral en todas las aulas españolas, desde Párvulos a la Universidad. Ahora el nacionacatolicismo se opone a la asignatura Educación para la Ciudadanía, que se imparte en muchos países de la UE, aduciendo que el Estado no puede ni debe adoctrinar.

El nacionalcatolicismo predicaba con la boca pequeña el amor universal, pero no tuvo reparos en expulsar a moros, judíos, protestantes y herejes en general, encarcelar a media España en el franquismo y el posfranquismo, a la vez que una personalidad fusilaba frenéticamente rojos contra las tapias de los cementerios y la otra personalidad los acompañaba a su ejecución con rezos a la Corte Celestial y vítores al Caudillo, y les negaba un trozo de tierra decente donde reposaran sus restos. Ahora los obispos hispanos dicen que no hay que votar al PSOE por haber promovido la Ley de la Memoria Histórica, aunque algunos de sus adeptos siguen cuidando y cantando en ese Monumento a la Memoria Histórica del Fascismo que es el Valle de los Caídos. Pero al nacionalcatolicismo eso le sigue pareciendo de perlas.

Aun teniendo una sola naturaleza común, debido a su doble personalidad el nacionalcatolicismo puede afirmar y negar una misma cosa sin rubor y sin conciencia de contradecirse. Por ejemplo, niega el voto al PSOE y lo recomienda al PP por motivos idénticos: la despenalización del aborto, el diálogo con organizaciones terroristas (tal diálogo se realizó en todos y cada uno de los Gobiernos democráticos, tanto del PP, como de la UCD o del PSOE; en algunos casos, auxiliados por algún obispo que otro como intermediario) o el reconocimiento de éstas como interlocutores (incluso uno de sus brazos más aguerridos, José María Aznar, denominó pública y oficialmente a ETA MLNV “Movimiento de Liberación Nacional Vasco”). En cualquier otro mundo, eso es mentira e hipocresía, pero el nacionalcatolicismo moderno (PP y C.E.E.), debido al hondo misterio de su personalidad bipolar y su única naturaleza común, responde solo con mandobles contra el laicismo, el nacionalismo, la relajación de las costumbres y el antipatriotismo. Como Isabel y Fernando. Como Isidro Gomá. Como José Antonio. Como Rouco.

Algunos se asombran o se lamentan de que el catolicismo español apoye sin ambages al Partido Popular, creyendo así que el nacionalcatolicismo son dos personas distintas, pero olvidando a la vez que posee una sola naturaleza, una sola y misma realidad, de la que penden y dependen el reparto y el mantenimiento de todo el poder que han disfrutado el PP, la C.E.E., y todos los adeptos, fieles, seguidores de unos y de otros desde siempre: así como el dios uno y trino es también eterno y no está sujeto al devenir o los avatares del tiempo, de igual modo en la cabeza del nacionalcatolicismo, dos y uno a la vez, no cabe la posibilidad de que llegue un tiempo en que el pueblo y/o otras fuerzas políticas e ideológicas reclamen el poder y quieran gobernarse a sí mismos y por sí mismos, según unas leyes y unas reglas democráticas decididas por el pueblo.

Ahora Zapatero, en su eterno angelismo, se ha descolgado con que la actitud de la Iglesia va a abrir “un debate” y se verá abocado a revisar las relaciones Gobierno-España. Quousque tandem, Zapatero, abutere patientia nostra? ¿Hasta cuándo, Zapatero, seguirás abusando de nuestra paciencia? La Constitución española y los Acuerdos de 1979 entre España y Vaticano son incompatibles.