domingo, 7 de septiembre de 2008

Todavía el nacionalcatolicismo


El día 11, se celebra el funeral por las 154 víctimas del accidente de Barajas. No será un funeral civil, de todos, sino, como siempre, católico, hipercatólico. El día 10, un día ants del funeral, saldrá el artículo "Quousque tandem" en El Periódico de Aragón. Lo acabo de escribir. El camino es largo, pero hay que seguir teniendo la mirada fija en el horizonte del laicismo. Aquí lo tienes:

Quousque tandem

Han sido días de mucho dolor e incertidumbre para los familiares y allegados de las 154 víctimas del reciente accidente aéreo de Barajas. Ya inhumadas o incineradas, han dejado un enorme vacío en el corazón y en el recuerdo.

Mañana se celebra el funeral. Se ha retrasado hasta el día 11 de septiembre (¿asociación casual con el séptimo aniversario del 11-S?) por los problemas surgidos en la identificación de algunos cadáveres. Al acto asistirán el Rey y la familia real, amén del Presidente del Gobierno y otras altas autoridades del Estado, por lo que el cambio de fecha ha sido consensuado entre el ayuntamiento madrileño, la Zarzuela, la Moncloa y… ¡el arzobispado católico de Madrid!. Se celebrará en una Catedral católica y oficiará el funeral el cardenal católico, presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco. En otras palabras, una vez más, Iglesia Católica y Estado español, la cruz y la espada, los dioses y la patria atados y bien atados entre sí.

De entre las 154 víctimas y sus familiares, habrá algunos con creencias o costumbres religiosas, aunque no necesariamente pertenecientes al catolicismo. Pero va a dar lo mismo, pues el Gobierno español ha dictaminado que todos tienen que asistir al mismo concierto en el mismo teatro bajo la única batuta de Rouco. Algunos tienen dioses distintos y sus ritos son muy diferentes: son musulmanes o judíos o evangélicos o presbiterianos. Otros no tienen ni necesitan dioses, y abominan de la parafernalia litúrgica de las iglesias, pues consideran que las religiones son básicamente un cúmulo de mitos y supercherías. Da igual, Zapatero, Juan Carlos, Rouco y el lucero del alba parecen no ver ni oír ni decir. Mañana, en una catedral católica habrá una misa católica por los 154 seres humanos fallecidos en una pista de despegue de Barajas. Ya lo dijo hace poco Ramón Jáuregui, coordinador de la ponencia sobre libertad religiosa y laicismo en el pasado Congreso socialista: como el Estado no tiene constituida una liturgia alternativa, hay que mantener la liturgia religiosa. Que los no católicos se vayan metiendo en el bolsillo mañana, a las ocho de la tarde, a sus yavés y alás o a su agnosticismo teórico y/o práctico o a su ateísmo o a su indiferentismo.

Total, que allí estarán todos, arrollados por esa “liturgia religiosa” tan próxima a otros tiempos oscuros, tan cercana al nacionalcatolicismo de siempre. Algunos rezarán a sus dioses particulares, otros se sentirán extraños y extrañados ante semejante ostentación de la unión entre todo un Estado y una determinada confesión religiosa. Algunos buscarán consuelo en el mundo donde Rouco dirá que moran sus seres queridos fallecidos. Otros ahuyentarán la pregunta de por qué unos dioses supuestamente buenos a la hora de acoger a unas víctimas en un paraíso de ultratumba las ha dejado calcinadas hasta la carbonización en lo mejor de sus vidas y en la ilusión de unas vacaciones. Pero los dioses no hablan, su lenguaje es el silencio, pues todo lo han dejado condensado en un solo libro, que los distintos monoteístas llaman Talmud, Corán o Biblia. Sólo los pastores de quienes se consideran rebaño hablan, colman todo con su palabrería y su fanfarria, ignorando lo que Wittgenstein dejó escrito: “De lo que no se puede hablar, mejor es callar”.

Sería muy sencillo que los representantes democráticos de todos los españoles expresasen en una sentida ceremonia civil las condolencias de todos nosotros. Sin confesionalidades, sin ritos, sin sermones, sin dioses. Ninguna confesión religiosa tiene carácter estatal (Constitución española, art. 16.3) y nadie está obligado a declarar (la asistencia a un funeral confesional de Estado debería ser bastante más que una declaración) sobre su religión o sus creencias (16.2). En otro momento, que cada cual vaya adonde le parezca: a sus iglesias, sus mezquitas, sus sinagogas o sus casas, pero teniendo muy claro que el país de todos no coincide con ninguna confesión religiosa.

Llevan los socialistas cinco años gobernando, pero la confesionalidad del Estado permanece incólume, incluso parece más robusta. Los jerarcas católicos chantajean desde las calles y los púlpitos, anatematizan cuanto no coincide con sus propias tesis, mientras cobran más que nunca de las arcas del Estado, del dinero de todos. Boicotean una asignatura como Educación para la Ciudadanía, mientras braman por unas clases de Religión y Moral Católicas en la escuela pública de oferta obligatoria y equiparable al resto de las asignaturas. Añoran tiempos pasados de monopolio sin competencia. Entretanto, Rouco preside y dirige el enésimo funeral de Estado. El rey no sabe, no contesta. ZP traga lo que venga, con tal de evitarse un nuevo quebradero de cabeza.

¿Hasta cuándo los funerales de Estado seguirán oliendo a incienso? ¿Hasta cuándo seguirán abusando de nuestra paciencia? ¿Cuándo España será verdadera y realmente laica?




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