martes, 20 de julio de 2010

Al agua, patos



Con el calor que está haciendo y con tanta gente bañándose estos días en la playa o en la piscina, indagué hace poco cuántas piscinas hay en España. Me quedé estupefacto: según un informe de 2009 del Departament d’Investigació i Estrategia de Mercat de la Fira de Barcelona, el parque de piscinas privadas de uso familiar en el mundo es de 13 millones de piscinas (el 59% están en Norteamérica y Europa cuenta con 4 millones -29%-, lo que deja al resto del mundo 1,65 millones de piscinas -12% del total-).
España ocupa el segundo lugar, después de Francia, en Europa con un total de 1.112.000 piscinas (sin contar las clandestinas y no declaradas), que mueve más de 1.300 millones de euros anuales e integra a más de 2.000 empresas y un buen número de puestos de trabajo directos e indirectos. Como de ese millón largo de piscinas existentes en España (que pueden tener uno o varios vasos, según los casos), casi la mitad tiene menos de diez años, parece evidente que se trata de un sector que no está precisamente en declive.
Por otro lado, hay en España 32.000 piscinas de uso público, teniendo en cuenta que una piscina privada a la que puede acceder un determinado número de vecinos es considerada también piscina pública o piscina de uso colectivo, en la mayor parte de normativas autonómicas de piscinas. Por ejemplo, en Aragón se entiende por piscinas colectivas “aquellas que perteneciendo a corporaciones, entidades, sociedades de carácter público o privado o personas físicas, no sean de uso exclusivamente unifamiliar” (art. 2º de la Normativa de la DGA, que regula  las condiciones higiénico-sanitarias de las piscinas de uso público).
Es magnífico que haya piscinas en España y en Aragón para que la gente pueda hacer deporte, divertirse y aliviar también la sofoquina veraniega, pero mosquea sobremanera que haya tantas piscinas privadas de uso familiar. En los últimos años se nos ha insistido mucho sobre la importancia y la necesidad del uso razonable del agua, de ahorrarla y no derrocharla, de la aportación que podemos hacer con ello al cuidado del medio ambiente. De hecho, tenemos ya incrustada en la conciencia psíquica y moral una serie de normas de comportamiento respecto del uso del agua, que muchos procuramos cumplir con esmero: por ejemplo, cerrar el grifo del agua mientras nos cepillamos los dientes o nos enjabonamos en la ducha, poner una lavadora solo cuando haya ropa suficiente o utilizar el lavaplatos cuando esté lleno... Todo ello está muy bien, pues contribuye a hacer un uso correcto de los recursos naturales, especialmente de un elemento tan esencial para la vida como es el agua. Basta recordar un solo día que hayamos tenido cortado el suministro de agua en nuestra casa para que quede patente la necesidad perentoria del agua.
Precisamente por ello, me pregunto cuántos años y cuántas vidas deberíamos pasar los ciudadanos cerrando, por ejemplo, el grifo del lavabo, de la ducha o del fregadero para poder llenar una sola temporada las piscinas privadas de uso familiar habilitadas en España (1,1 millones). No es preciso acudir aquí y ahora al tan manido asunto de los campos de golf: a uno de enero de 2010 hay 572 clubs de golf federados  y 416 campos federados en España, de los que 38 (9% del total) tienen carácter público (de los no federados, mejor no hablar). Centrándonos en las piscinas, parece evidente que  existe un desequilibrio abismal entre las demandas y recomendaciones hechas por los gobernantes al pueblo llano para el ahorro del agua (potable y no potable) y la desmesurada cantidad de piscinas privadas existentes en España. Los políticos, gobernantes y expertos deberían ser más justos y tener algo más de sensibilidad y coherencia, a fin de no inculcar, por una parte, conciencia ecológica a unos y pedirles un comportamiento responsable y razonable en el consumo del agua, mientras, por otra parte, propietarios y usufructuarios de 1,1, millones de piscinas (casualmente, quienes pertenecen a los estratos sociales más elevados y pudientes de la sociedad) pueden llenar y se bañan en sus piscinas privadas cuando y como gustan (en cualquier caso, se trata de una fotografía de la sociedad hispana real).
Ante la ausencia  de legislación para piscinas privadas (por ejemplo, en el Decreto 50/93 de 19 de mayo, la DGA regula solo “las condiciones higiénico – sanitarias de las piscinas de uso público”), quedémonos mirando al menos cómo se renueva continuamente el agua de las colectivas, bien por recirculación y depuración o mediante entrada de agua nueva (art. 17), que como mínimo será diariamente del 5% del volumen total, y comprobemos si  se cumple que su aforo máximo es de una persona por cada dos metros cuadrados (art. 21). Mientras tanto, Heráclito de Éfeso se queda pensando si, con tanta agua fluyente y tanta piscina, también es verdad que nadie se puede bañar dos veces en la misma piscina.

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