lunes, 17 de enero de 2011

¡Cielos, el purgatorio!

Artículo a publicar el miércoles en El Periódico de Aragón


Nos desayunábamos el otro día con la noticia de que el señor Joseph Ratzinger, jefe supremo del catolicismo, desempolvaba viejos recuerdos sobre el purgatorio y decía que no es un lugar del espacio, sino un fuego interior.  Por mucho que leía una y otra vez la noticia, no entendía nada: “lugar”, según el diccionario de la RAE, es “espacio ocupado o que puede ser ocupado por un cuerpo”, y el fuego es energía, y como masa y energía son equivalentes, el fuego es un elemento material perteneciente necesariamente al espacio-tiempo del universo. O sea, que decir “un fuego que no es un lugar del espacio”, es simplemente nada, por muy poético y metafórico que se pueda poner el señor Ratzinger; es como decir “no soy el tío de mi sobrino”: carece de sentido y es un buen ejemplo de pseudolenguaje para la razón.
Por otro lado, un fuego “interior o interno”, ¿respecto a qué es interior? ¿Quién lo contiene? ¿Quién se quema? Ratzinger, ni corto ni perezoso, responde: ese fuego purifica al alma de las escorias del pecado. Con lo que hace su aparición en escena una entidad denominada “alma”, inmaterial, inmortal, imperecedera, incorruptible, viviendo tan ricamente sin el cuerpo y que representa la propia y verdadera identidad de cada uno. Si contamos desde los inicios del Homo Sapiens (¿o los Neandertales tenían también alma inmortal?) son varias decenas de miles de millones de almas –fantasmas- las que vuelan, flotan, navegan desde que se pudrieron sus correspondientes receptáculos materiales, los cuerpos.
El filósofo británico Gilbert Ryle (1900-1976) acuñó la expresión “espectro en la cárcel o en la máquina” para describir la idea tradicional de un alma encerrada en un recinto material del que tiene que liberarse. El cuerpo es entonces una cárcel, un obstáculo, una degradación que no permite a ese espectro acceder a las realidades auténticas, hermosas y verdaderas: las inmateriales. Sobre todo desde entramados religiosos se esforzaron por hallar una “realidad interior” en los humanos (el espectro, el fantasma), metida en un recinto material del que se debe librar cuanto antes: el cuerpo.  De hecho, ya en el orfismo se creía que la misión del ser humano es liberar su alma por medio de la purificación, que conduce finalmente a la contemplación de las realidades divinas.
Quizá todo se haya debido a alguna extraña resistencia a ver en el espejo de la realidad solo lo que hay, pero el hecho es que los humanos han querido ser diferentes del resto de la naturaleza: no solo más evolucionados y con más recursos y capacidades, sino diferentes de raíz. Se han proclamado reyes del mundo (también “reyes de la creación”, quizá para colar de paso en el inconsciente que es voluntad de sus dioses) y han creído a pies juntillas los mitos y las leyendas que algunos han ido inventando.
Ryle pone un poco de cordura en ese principio de alucinación. El espectro ("espíritu" o "alma") no es otra cosa que las actividades psíquicas mismas. Hablamos de  "espíritu" o "alma" como resultado de disociar estas actividades de la persona que las realiza. Por eso carece de sentido el dualismo espíritu-materia, alma-cuerpo, interior-exterior. No hay ya espectros ni máquinas ni cárceles, sino unos seres que nacen, crecen, se desarrollan y mueren durante un instante luminoso en el devenir del universo, sujetos a la inexorable ley de la entropía, polvo de estrellas, buscando un lugar al sol y al abrigo de las intemperies que pudieren evitarse. Eso no es degradar al ser humano, sino devolverle su identidad y su verdadera dignidad.
Dejemos que quien así lo desee siga con sus lucubraciones onanistas. Ratzinger dice dónde está el purgatorio y un cura capuchino polaco, para no ser menos, escribe un best seller titulado El kamasutra católico (si quieren informarse realmente sobre el tema, lean el libro Eunucos por el reino de los cielos de la teóloga alemana Uta Ranke-Heinemann), donde, entre otras cosas, afirma que dios está en el orgasmo. Y si, tal como decía el Catecismo, dios está en todas partes, dios está, por tanto, también en el orgasmo, en Haití, en la eyaculación precoz, en las purgaciones, en el purgatorio, en el cuarto de una niña tailandesa que recibe a decenas de hombres que pagan en dólares por un orgasmo veloz, y en todas partes, por supuesto.
Les costó caro lo del purgatorio y las indulgencias en el siglo XVI con Lutero y el protestantismo, pero se trata de un enorme negocio (conozco a unas cuantas personas que invierten mucho dinero en remitir penas del purgatorio mediante el previo pago de misas por los difuntos de sus familias). En 2005 el Vaticano abolió el limbo de un plumazo. La semana pasada, metió al purgatorio en el jardín de la sinrazón. Con su pan se lo coman.

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