lunes, 25 de julio de 2011

Soñando un poco

Anders Behring Breivik había acabado ya trescientas tonelas de explosivos en su granja de Rena. Se sentía muy satisfecho y se puso a imaginar los próximos y glorosos atentados contra los marxistas y los islamistas y los traidores a la raza europea. Se sentó en una de las cajas y encendió un cigarrillo.
Ni la policía científica ha podido identificar tiras de su cuerpo de más de dos centímetros. Un mechón de su cabello rubio aún flota por los confines de la ionosfera.

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