Palestina también existe
Simon
Srebnik era un muchacho de trece años cuando ingresó en el campo de exterminio
nazi de Chelmno, donde tenía encomendada una serie de tareas, entre ellas cantar
para los guardias algunas canciones en alemán. Unos días antes de que los nazis
abandonasen el campo, un guardia le disparó en la cabeza, dándole por muerto.
Así Simon pudo salvar milagrosamente su vida y ser uno de los dos
supervivientes de aquel infierno. Hoy vive en Israel y cuenta, entre la
serenidad y los sollozos, aquellas terribles experiencias en la película Soah (1985), del director Claude Lanzmann.
Hace unos veinte años La 2 de
RTVE estrenó en España Soah en cuatro
sesiones a altas horas de la madrugada. Durante nueve horas, la película va
desgranando los testimonios de víctimas, verdugos y testigos recogidos durante
diez años de rodaje e investigación. La película sobrecoge y conmueve. Hace
unas semanas tuve ocasión de volver a verla y el efecto fue idéntico. Resulta
increíble que un pueblo pueda llegar a sufrir tanto y que unos individuos
lleguen a cotas tan extremas de sadismo y crueldad. Entre los centenares de
testimonios, recuerdo la tremenda congoja de Abraham
Bomba, barbero de profesión, encargado de cortar el pelo a los judíos en
Treblinka justo antes de entrar en la cámara de gas. Allí mismo presenció la
escena de un compañero, encargado como él de cortar el pelo, cuando vio en la
sala a su propia mujer y a otros familiares, a punto de ser exterminados.
Seis millones de judíos acabaron
asesinados en los guetos y los campos de concentración y la humanidad les debe
memoria y respeto perpetuos. Por eso mismo, me llama tanto la atención que
actualmente la política de Israel para con otros pueblos (particularmente, el
palestino) sea a veces tan despiadada, cruel e injusta. Sería de esperar que el
pueblo judío, debido precisamente a su experiencia pasada de persecución y
muerte, ejerciese presión sobre el gobierno israelí para que cesase en su
irracional política de hechos consumados contra el pueblo palestino. Sería
también una buena noticia para la humanidad que el pueblo judío fuese hoy un
foco activo de paz y de concordia entre los pueblos. Sin embargo, la realidad
dista mucho de esos buenos deseos.
Cuando el presidente de la
Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, presentó el
viernes pasado ante la Asamblea General de la ONU la petición oficial de
ingreso de Palestina como Estado miembro, pedía también la posibilidad de que
se reconociese la existencia y los derechos humanos de cuantos habitan y
malviven en Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén. Sin embargo, si la
petición llega hasta los quince miembros del Consejo de Seguridad y en el caso
de que no hayan surtido efecto antes las maniobras dilatorias de los Estados
Unidos y adláteres, nadie duda de que una vez más se dará el veto norteamericano.
Barack
Obama ganó unas elecciones presidenciales al grito de Yes, we can, pero ahora comprueba él y vemos todos qué es lo que
realmente puede. Desde estas mismas premisas, si Obama aspira a seguir de
Presidente otros cuatro años, no podrá avalar la creación de un Estado
palestino ni oponerse a las poderosísimos grupos de presión que dominan las
finanzas y buena parte de los destinos del mundo. Por supuesto, los países de
la UE andan una vez más divididos y seguramente sucumbirán a las consabidas
recomendaciones estadounidenses.
Insisten ahora las grandes
potencias en que palestinos e israelíes reanuden las negociaciones, hace ya
tiempo truncadas. Sin embargo, resulta difícil de entender cómo se puede
conversar o negociar algo cuando Israel se niega de plano a cumplir, por
ejemplo, la resolución 242 de la ONU, que ordena la retirada de todos los
territorios ocupados en la guerra de 1967, o a revisar radicalmente la política
de colonización llevada a cabo en Cisjordania y Jerusalén Este, o a no provocar
una situación permanente de graves carencias elementales del pueblo palestino
en la Franja de Gaza. Benjamin Netanyahu y su partido
Likud, apoyado en el gobierno por los partidos de la derecha troglodítica y la
ultraortodoxia, se oponen a cualquier negociación que aborde la posibilidad de
un Estado palestino o el desmantelamiento de los asentamientos israelíes en los
territorios palestinos.
Varios millones de palestinos
buscan su identidad y el reconocimiento de sus derechos elementales tras la expulsión
de su tierra en 1948 y 1967. Sin voluntad de llegar a acuerdos equitativos y
justos para ambas partes, vendrán las lamentaciones: la mal llamada “comunidad
internacional” repetirá sus discursos sobre el terrorismo internacional, Al
Qaeda o la irracionalidad de la violencia. Rechazarán los lodos de la violencia
de una gente sin salida, ignorando a la vez hipócritamente los polvos que han
ido sembrando con sus salvajes intereses creados y su miope indiferencia, y
sobre todo que Palestina también existe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.