lunes, 30 de enero de 2012

Pilar Bardem se ha quedado sin calle


 Publicado hoy en Izquierda Digital
 
Pilar Bardem se ha quedado sin calle en Sevilla, aunque parece que a ella le tiene bastante sin cuidado. El ayuntamiento sevillano, con su alcalde Juan Ignacio Zoido a la cabeza (PP), tiene buena memoria y no podía consentir que esa mujer izquierdosa, asidua de manifestaciones políticamente incorrectas, diese nombre a una calle de la ciudad.
Nada más tomar posesión, el señor Zoido proclamó que iba a gobernar la ciudad con la Constitución y la Biblia en la mano, como si tuvieran algo que ver entre si el culo y las témporas. Pero a esta gente de la derechona le va la marcha, se siente nostálgica y quizá hasta piensa en sus adentros que sus ancestros estarían orgullosos y que por algo los suyos ganaron la guerra.
Ahora la calle se llamará Nuestra Señora de las Mercedes, del mismo modo que antes de que la usurpase y rapiñase la señora Bardem ostentaba el nombre de general Merry, desaparecido del callejero sevillano por mor de la execrable y antipatriótica Memoria Histórica. Merry hijo era un teniente general franquista y Merry padre un estrecho colaborador de un famoso y temido carnicero general sevillano llamado Queipo de Llano.
El alcalde Zoido, demócrata de toda la vida, quería que la calle Pilar Bardem pasara a llamarse Antonio Burgos, periodista, escritor, inmovilista, proclive a conservar lo que hubiere, descalificador de mujeres progresistas, homófobo, antisocialista, anticatalán, misógino sin par. Pero Zoido, sensible al parecer de la ciudadanía, hizo aún más caso a la hermandad de Santa Genoveva, y se ha inclinado finalmente por la Virgen de las Mercedes. La calle se llamará calle de Nuestra Señora de las Mercedes. Amén.
Da la casualidad que la iglesia se llama “de santa Genoveva” en memoria de la esposa homónima de Queipo de Llano. Allí se custodia la imagen de la Virgen de las Mercedes, nombre de la madre del general Queipo de Llano. Como guinda del pastel, el escudo de la hermandad es el águila de Juan Evangelista, que para algunos malpensados se parece como una gota de agua a otra al águila franquista. El círculo se ha cerrado felizmente: alcalde, consistorio, hermandades, devotos, nostálgicos, golpistas in rectore, ciudadanos de bien de toda la vida, y un largo etcétera más descansan ya en paz. Y la arrabalera esa de la Bardem ya no tiene calle. Aleluya.
Triunfante y gloriosa, reina sobre la calle la Virgen de las Mercedes. Determinadas culturas hispano visigóticas abrazan con fervor las tradiciones semíticas de la virginidad (generosamente encarnadas en el judeocristianismo y el islamismo). Es sorprendente la importancia que desde esas religiones se otorga al himen, eufemísticamente “la flor”, un cúmulo de tejidos conjuntivos muy vascularizados y recubiertos de mucosa. Solo vale la mujer “intacta”, a disposición exclusiva del varón elegido entre una sociedad de varones. La mujer “desflorada” fuera de la ley de los varones está fuera de la ley e incluso puede ser lapidada hasta la muerte.
El judeocristianismo, religión misógina configurada por varones misóginos (como botones de muestra, Pablo de Tarso y Agustín de Hipona), ha conservado hasta la última gota esa himenlatría y esa sexofobia. Varones célibes han llenado cada pueblo, cada iglesia, cada localidad, cada país de su correspondiente virgen, dedicada durante unos cuantos siglos de superchería, ignorancia y oscurantismo a aparecerse a pastorcitos, labriegos y ejércitos a punto de ser derrotados por el infiel.
En el colmo del paroxismo imaginativo, convirtieron en dogma de fe que la mujer originaria, la madre de su dios encarnado, concibió y parió a su hijo sin perder “la flor”. En sus exiguos esquemas reprimidos y represivos, pensaban que así otorgaban a aquella mujer la más excelsa y preclara de las virtudes femeninas: la conservación de su himen. Los incas americanos, en cambio, consideraban que la pérdida del himen por parte de una mujer era signo de que era una mujer deseable y deseada. El dogma de la virginidad de la madre de Jesús de Nazaret les resultaría incomprensible y una degradación para aquella mujer. En el otro extremo de la sinrazón, en algunas culturas africanas proceden a la ablación del clítoris y al cierre vaginal de las niñas de 2 a 8 años de edad, hasta que la curandera abre con un cuchillo la vulva inmediatamente después del matrimonio y antes de que el marido la penetre por primera vez.
El Concilio cristiano-católico de Letrán (año 649) se encargo de consagrar definitivamente esta himenlatría:  Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad por madre de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado”. En otras palabras, un párrafo que merece formar parte del récord Guinness de los despropósitos.
Pilar Bardem se queda sin calle. Que la Virgen (así, en mayúscula, mujer sin desflorar por antonomasia) haga la merced de conceder a los vecinos y viandantes de esa calle sus mercedes misericordiosas. Bien sabrá ella que así, de paso, se pondrán la mar de contentas la madre y la esposa de Queipo de Llano, amén de el propio Queipo de Llano y cuantos siguen manteniendo la sagrada tradición de que eso de que el Estado español es aconfesional y que ninguna confesión tiene carácter estatal (16.3 Constitución española) es el capricho de unos cuantos descreídos, ateos, masones y comunistas que se les escaparon por algún agujero de las tapias de los cementerios.


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