martes, 28 de febrero de 2012

Belloch, su crucifijo y el eterno retorno de lo mismo


Publicado en Izquierda Digital


Al parecer, existe el eterno retorno de lo mismo. Nos persigue y acosa, por mucho que nos hayamos comprado un matamoscas para espantarlo. Vuelve y vuelve, con su paso cansino y sus zapatos de plomo, disfrazado de cualquier cosa, casi siempre predecible, tediosa, cansada de sí misma.
Ayer el terno retorno de lo mismo me dio un capón en el cogote. Venía disfrazado del sempiterno alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, que había traído toda la fanfarria municipal para proclamar pública y solemnemente que su animo seguía firme e incólume frente a los embates del impío y nunca jamás iba a retirar del salón municipal de Plenos el crucifijo, su crucifijo, un crucifijo artístico y cargado de sagradas tradiciones que custodia habitualmente en su despacho.
El eterno retorno habíase transmutado días antes en moción municipal dirigida a la retirada del antedicho crucifijo. Esta vez promovía la moción el grupo municipal de Chunta Aragonesista, que insiste públicamente una vez más en que en el salón de Plenos zaragozano no debe haber símbolos religiosos, pues estamos en un Estado aconfesional (ay, esa constante diferencia entre la música y la letra del artículo 16.3 de nuestra Constitución…).
Belloch ya ha anunciado que votará en contra de esa moción, lo cual corrobora la concienzuda labor del eterno retorno de lo mismo. Es decir, el Alcalde socialista de Zaragoza nada nuevo anuncia y algunos socialistas (por ejemplo, Largo Caballero, Prieto o Iglesias) se preguntan desde sus tumbas de dónde ha podido salir semejante sujeto para ir a incrustarse en el Partido Socialista Obrero Español, mientras que otros socialistas (pongamos por caso, el 99% de los presuntos socialistas actuales) miran hacia otra parte, mascullan entre sí y en corrillos maldiciones, pero después -públicamente- no dicen ni mu.
Claro, a los munícipes zaragozanos del PSOE también se les ha vuelto a aparecer el eterno retorno de lo mismo: no hace mucho tiempo tuvieron que votar a favor o en contra de esa misma retirada de ese mismo crucifijo de ese mismo salón de Plenos, o de otorgar una calle a José María Escrivá, paradigma de la democracia y la libertad. Ni un solo concejal socialista osó desviarse de las pías inclinaciones de su caudillo Belloch. ¿Qué harán ahora respecto de esta nueva-rediviva moción? Se admiten apuestas.
Por su parte, en las filas del PP se acude al topicazo y algunos de sus miembros preguntan si los de CHA no tienen otra cosa mejor y más importante que hacer que preocuparse de un crucifijo. A los munícipes del PP les traiciona su subconsciente y creen que la aconfesionalidad del Estado es un asunto baladí, con sus excelsas excepciones, claro está: por ejemplo, las visitas de Ratzinger a costa del dinero de  todos los españoles, los 10.000 millones de euros anuales que recibe la iglesia católica o la declaración de las corridas de toros como BIC (bien de Interés Cultural). El eterno retorno de lo mismo no se molesta en aparecérsele al PP porque este es su reencarnación más fiel en todo el territorio hispanovisigótico.
Fuentes dignas de todo crédito y cercanas a las altas esferas de IU-Aragón dejan deslizar, a su vez, que IU-Aragón se plantea presentar otra moción para reformar el Reglamento de Protocolo a fin de que el Ayuntamiento zaragozano y sus miembros no asistan en calidad de sus cargos a actos, fiestas, celebraciones y procesiones de corte confesional. O sea, que, repasando el historial de mociones municipales de los últimos años, a IU-Aragón también se le ha aparecido el eterno retorno de lo mismo.
Es magnífico que CHA e IU hayan estado al pie del cañón a la hora de revindicar programáticamente la aconfesionalidad de las instituciones del Estado, incluido el Ayuntamiento de Zaragoza. De bien nacido es ser agradecido, y no está de más reconocer la cercanía de ambas formaciones a la eliminación de esa obsolescencia histórica como es la multisecular confesionalidad del Estado.
No obstante, algunos ciudadanos pueden preguntarse cómo IU y CHA lograron conciliar, de hecho, sus convicciones aconfesionales con el hecho de que hace unos meses tomaran posesión de sus cargos pública e institucionalmente en una sala y una mesa donde había una Biblia y un crucifijo y no exigieran la retirada de esos símbolos confesionales o la celebración de un acto paralelo de toma de posesión de cargos sin la presencia de símbolos religiosos, tal como habían firmado y se habían comprometido unos meses antes.
En resumidas cuentas, esos ciudadanos pueden preguntarse si CHA e IU presentan mociones que amparan su postura oficial, pero no dan una vuelta de tuerca institucional para que toda la ciudadanía vea y compruebe que las mociones van acompañadas por los hechos. Por lo mismo, IU y CHA saben que hay asociaciones que salen a la calle a denunciar la presencia del alcalde y los concejales, en calidad de sus cargos, en misas, celebraciones y procesiones católicas. Quizá el eterno retorno de lo mismo les debería susurrar al oído que difícilmente se queda justificado por no asistir (el artículo 13.1 del Reglamento de Protocolo Municipal declara obligatoria la asistencia), y que  su verdadero lugar quizá estaría mostrando también pancartas a su Alcalde y a sus colegas municipales.

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