jueves, 4 de octubre de 2012

Otro obispo arremete hipócritamente contra el aborto



Publicado el 5 de octubre en Diario del Aire
El obispo de Córdoba ha aprovechado el funeral católico por los dos niños cordobeses presuntamente asesinados por su padre para arremeter contra el aborto y los niños no nacidos por haber decidido sus madres la interrupción de su embarazo.
Es curioso constatar cómo la iglesia católica, al igual que muchas otras confesiones religiosas, ha ido tomando una deriva común a las instituciones ya muy esclerotizadas: hacer hincapié principal –casi exclusivamente- en el terreno de la moral, de “su” moral, centrada, de hecho, en una moral que discurre de cintura para abajo, en la sexualidad y sus aledaños. Moralizan así sobre las relaciones sexuales prematrimoniales, contra la búsqueda del placer sexual y la satisfacción de la libido al margen de los fines reproductivos. Relegan igualmente al ostracismo sexual a la persona homosexual, pues para ellos cualquier manifestación y práctica sexuales atentan contra los principios básicos de su “ley natural”. De hecho, consideran la homosexualidad una enfermedad e incluso una perversión de la que invitan a curarse. 
Lanzan también sus huestes a la calle en defensa de lo que conciben como familia verdadera y presentan el aborto y el derecho a decidir de la mujer como la peor de las plagas morales de la humanidad contemporánea. Los anticonceptivos son vitandos y execrables, e incluso llegan a la aberrante postura de prohibir moralmente el uso del preservativo en los casos de grave riesgo de contraer el sida.
Sin embargo, callan y ocultan con dinero los casos de abusos sexuales de niños y de niñas perpetrados profusamente en sus filas. Su ardor moralista tampoco les conduce a denunciar los actuales recortes económicos en educación, sanidad, pensiones y otros ámbitos y servicios sociales, el fracaso de la ley de reforma laboral con el consiguiente abandono del pueblo trabajador a manos de los intereses y en beneficio de los grandes grupos financieros, industriales y de servicios.
La jerarquía católica calla y otorga, pues sirve a los intereses del poder y del dinero, como lleva haciendo desde hace muchos siglos. Aún está por convocar una manifestación, encabezada por obispos, de las huestes católicas en contra de los ingentes beneficios económicos de las entidades financieras y las grandes empresas en nuestro país. Aún está por ver un obispo oponiéndose al desahucio de una familia por no poder pagar la hipoteca de su vivienda. Aún está por escuchar una condena de los gastos militares en el mundo, de la explotación laboral infantil, de la prostitución infantil. Aún está por nacer una crítica a las guerras preventivas, a la política de cuasi exterminio que Israel penetra contra el pueblo palestino, a los paraísos fiscales y a un largo etcétera más de tropelías contra la ética fundamental.
Habla el obispo de Córdoba en el funeral católico por los dos niños cordobeses presuntamente asesinados por su padre y aprovecha para arremeter contra el aborto y los niños no nacidos por haber decidido sus madres la interrupción de su embarazo.
Ante ese obispo y ante todos los sepulcros blanqueados restantes solo quiero decir: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”.


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