lunes, 19 de noviembre de 2012

Duerme, niñito, que tu mamá está en la morgue

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Duerme, duerme, niñito, que tu mamá está en la morgue, niñito…
He visto dos veces la película-documental Soah, de Claude Lanzmann (1985), de más de once horas de duración, donde a través de entrevistas y testimonios directos se va narrando de forma estremecedora la tragedia genocida del holocausto judío. Pocos pueblos han sufrido más a lo largo de la historia. Sin embargo, viendo la historia reciente del estado de  Israel, parecen no haber aprendido mucho de tal experiencia.
Nos llegan cada día noticias de muertos y heridos, casi todos civiles, muchos niños, a causa de la represalia militar judía contra la población de Gaza. Destruyen la sede de Interior, asesinan al principal dirigente de Hamash en la zona, lo que significa que lo tenían bien preparado. Las televisiones muestran imágenes de casas de israelíes destruidas por cohetes palestinos, lo cual es condenable, pero también una pequeñez en comparación con la destrucción y muerte perpetrados por Israel en Gaza. El gran demócrata solo pide “contención” a Israel, pues tiene muy claro que es presidente porque el lobby judío estadounidense lo consintió. El mismo lobby que insufla una catarata de millones de dólares a Israel y ha convertido a su ejército en uno d e los más poderosos del mundo.

Veo la foto de los niños de Auschwitz de hace setenta años y compruebo que no han aprendido nada, que esa foto de niños rotos está ahora en Gaza. A Israel no le ampara una sola resolución de Naciones Unidas, conculcadas e incumplidas sistemáticamente por el Estado judío, que cuenta con el veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad. Israel y Estados Unidos han convertido la ONU en un casino, donde ambos países juegan con las cartas marcadas.
No se habla de los 721 kilómetros de muro israelí en Cisjordania (la propaganda occidental emplea el término “barrera”, de la ocupación de territorios pertenecientes a varios países, conculcando así las resoluciones de Naciones Unidas.
Millones de judíos en los campos nazis de concentración parecen no haberles enseñado nada. Tres mil muertos en los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York cambiaron el curso de la historia: los nazis colocaban una estrella amarilla en el pecho de los judíos y ahora los amos del mundo y sus amigos colocan el título invisible de “terrorista” a cuantos se oponen a su orden y sus reglas. Millones de seres humanos en Irak, Libia, Afganistán, Cisjordania y Gaza no parecen importarles mucho: o tienen aras de destrucción masiva, o conculcan los derechos humanos. En cualquier caso, son terroristas.
Me queda cantar, pensando en no escasos niños de Gaza:  duerme, duerme, niñito, que tu mamá está en la morgue, niñito…




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