lunes, 28 de enero de 2013

Carta a un –de momento- quejumbroso amigo




 Te encontré en pleno centro de Zaragoza. “¿Qué tal tus bancos?”, me preguntaste como saludo (el día anterior había salido un artículo mío sobre la ocupación de bancos en El Periódico de Aragón). Me limité a sonreír, aunque sospecho que no te percataste del pacto de no agresión que te estaba ofreciendo. Hablaste como un descosido: lo mal que estaba la cosa, los incumplimientos del PP, la sinvergonzonería de la clase política, la corrupción, los chorizos, los mangantes, el paro… Finalmente, concluiste: “Y lo peor es que nadie hace nada”. Entonces te repliqué que eso era falso y, sobre todo, por qué entonces no te ponías a hacer algo. “Es que un mal endémico de este país es que se necesita a mucha gente, que todos hagamos algo, pero eso es una quimera”, te defendiste. Te respondí que iba con mucha prisa, que ya nos veríamos otro día con más tranquilidad. Nos despedimos –creo que los dos bastante aliviados de poder acabar esa conversación-, y te dejé en el Corte Inglés.
Hoy te escribo para darte mi opinión sobre qué hacer de y en la crisis social y económica, aun siendo consciente de que estás en tu perfecto derecho de hacer después lo que creas más oportuno. 
En primer lugar, eso tiene poco de arriesgado y comprometido, no está mal que te informes de qué pasa realmente, cómo, dónde y por qué nació lo que ahora llamamos “crisis económica”, quiénes son los verdaderos responsables de la crisis, por qué la crisis está conduciendo a la pobreza a una gran mayoría de la población y, en cambio, una minoría se está enriqueciendo a manos llenas a base de especular en el mundo de las finanzas y las plusvalías, etc.
A renglón seguido, puedes ponerte a pensar que puedes hacer y qué quieres hacer al respecto. Hasta que lo tengas claro, dedícate a pensar mucho y bien, y deja de hablar y repetir tópicos que no te/nos llevan a ningún lado positivo. Cuando lo tengas claro, pregúntate si estás dispuesto a llevar a cabo lo que crees que debes y quieres hacer. Si no estás dispuesto o te reconoces poco dispuesto, pregúntate a qué vienen tus punzantes críticas a los políticos y tus reproches a “la gente”, como si tú no formases parte de esa gente.
En el caso de que estés realmente dispuesto a hacer algo, analiza qué está realmente en tu mano, sin esperar la llegada de algún líder o el advenimiento de alguna asociación o grupo político en los que confíes. Analiza asimismo si a tu lado o en tu entorno tienes otras personas dispuestas a denunciar y construir, juntos, la sociedad y el mundo que quieres. Si encuentras a una o varias personas, considérate afortunado. Y poneos manos a la obra sin dilación.
Entonces, sólo entonces, buscad en Internet o por cualquier otro medio otros grupos y asociaciones que buscan y hacen lo mismo que vosotros.  Hay algunas que merecen la pena. Por ejemplo, yo opté por asociarme a ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana), a DMD (asociación Derecho a Morir Dignamente) y a Europa Laica.
Ah, y llámame después, por favor. Será un placer para mí tomarme un café contigo y que me cuentes todo lo que quieres y haces, también todo los obstáculos que vas encontrando en el camino. Y entonces sabré que estamos yendo, juntos, por el mismo camino y hacia los mismos horizontes.
Hasta pronto.

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