miércoles, 27 de febrero de 2013

Hablemos de la escuela, a secas




PUBLICADO HOY EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

Existe el riesgo de que las justas reivindicaciones de una escuela pública, laica y de calidad, tan agredida y zarandeada por los Gobiernos del PP en Aragón y España y por el ministro Wert y la Consejera Serrat, dejen en segundo término lo que realmente es la piedra angular de la educación: la escuela misma.
Llevo observando que la escuela pública está siendo asfixiada por la visión miope y liliputiense que pretende reducirla a unos edificios donde acuden niños, muchachos y jóvenes de extracción social media y baja y donde se van formando con estricta uniformidad sus mentes, sus miras y sus expectativas profesionales. Al aumentar ratios y reducir presupuestos, becas y ayudas a las familias con menor capacidad económica, la formación de directivos, élites y profesionales de orden superior queda sujeta a una red de enseñanza de carácter concertado y privado, en perjuicio del principio de la igualdad intrínseca y la igualdad de oportunidades de todos y cada uno de los ciudadanos ante la ley y ante su propio destino. Así las cosas, no hay que ahorrar tiempo y esfuerzos para la defensa de lo público y la reivindicación del derecho universal a la educación, recogido en el artículo 27 de la Constitución de 1978, cuyo objeto es “el pleno desarrollo de la personalidad en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”.
Por ello mismo, observo que parece hablarse ahora menos de lo sustantivo (escuela) al subrayarse otros aspectos adjetivos (laico, público, universal…), imprescindibles, pero que en ningún caso deberían llevar a segundo término la vida misma real de y en la escuela, sobre la que menudean solo los “discursos de adultos” y donde no tienen ni voz ni voto sus verdaderos protagonistas: el alumnado.
Debería preocuparnos constatar que en buena parte de las aulas y las horas lectivas reina el aburrimiento: el alumnado se aburre, no se ve concernido en lo que se enseña y el lunes sigue siendo una mala noticia para el alumnado (quizá también para una considerable parte del profesorado), pues hay que volver a la escuela. Hace unos meses, se me invitó a dar una charla sobre educación y propuse como tema “¿por qué las clases suelen ser tan aburridas?”, con gran regocijo por parte de la gente joven de la asociación. El resultado fue que aquella invitación sigue dormitando en el baúl de las invitaciones nonatas. El adulto tiene miedo de que la gente joven diga que se aburre básicamente en la escuela, a lo que solo saben contestar apelando al deber y al día de mañana.
El alumnado va a la escuela ni interesado ni dispuesto a engullir obedientemente lo que le vayan echando cada hora de las seis horas lectivas diarias durante los diez meses de cada curso escolar. Por ello mismo, la tarea primordial de la escuela debe ser encauzar y alimentar la curiosidad y la vitalidad de un niño para que ingrese en la dinámica del preguntarse y del descubrir posibles soluciones. Por ello mismo, la escuela nunca debería ser una descomunal fábrica de respuestas prefabricadas que cada alumno debe engullir de acuerdo con unos programas, etapas y asignaturas, pues el primer axioma en el mundo escolar debería ser que lo fundamental es el preguntarse mismo: sin pregunta previa, la respuesta prefabricada carece de sentido. Es por eso que olvidamos casi todo lo que hemos tenido que soltar en un examen y apenas recordamos unas briznas de las toneladas de respuestas prefabricadas que hemos aprendido en la escuela durante tantos años, pues aprobar un examen o promocionar de curso no es propiamente aprender. Pero al adulto no le interesa mirar sin filtros esta cuestión, en la que es la escuela misma la que acaba estando cuestionada.
A medida que el niño crece, suele gustarle menos ir a la escuela, que con los años queda asociada a un lugar de displacer y tedio (salvo los amigos y los tiempos de recreo), en lugar de disfrute. Mientras aprender no tienda a ser un proceso donde cada persona, de cualquier edad, experimenta con agrado que el mundo se abre ante sí y  cada persona va formando y configurando su mundo y su personalidad, según su propio ritmo y sus intereses, que no tienen por qué coincidir de pleno con los del resto, la escuela seguirá siendo en parte un desatino: no atina en modelar su identidad y sus auténticos objetivos.
En el exitoso programa de Évole “Salvados” quedó claro que la diferencia entre Finlandia y España no radica propiamente en los resultados señalados en los Informes Pisa, sino primordialmente en  la voluntad efectiva de todo un país y una sociedad para que sus generaciones jóvenes tengan una educación integral y de calidad, basada en la inquietud por saber, el autoconocimiento, la autonomía, la responsabilidad y el talante positivamente crítico ante la vida y el mundo.



domingo, 24 de febrero de 2013

¡Qué asco!



Mientras miles de ciudadanas y ciudadanos desafiaban un frío glaciar y en mi ciudad soplaban vientos cercanos a los 100 km/hora, el portavoz de la Comunidad de Madrid, Salvador Victoria, del PP, parecía haber ingerido alguna sustancia tóxica poco recomendable al comparar a los manifestantes de ayer con los golpistas del 23 de febrero de 1981, Tejero, Milans del Bosch y varios generales, notarios y personas biempensantes más  a la cabeza, que 32 años antes habían perpetrado un golpe de Estado fallido y tomado a la fuerza el Congreso de los Diputados.
Leí ayer la noticia y sentí asco, literal y materialmente asco, al conocer que el número 2 del PP en Madrid había disparado sendos y secos tuis en la nuca de cada manifestante en cada una de las localidades de España donde había habido manifestación. Hace 32 años sacaron tanques, amenazaron con cetmes a los parlamentarios e idearon regresar a un régimen dictatorial como el de su añorado Franco, mientras políticos, sindicalistas y militantes de izquierdas escondían o quemaban documentación y se preparaban mentalmente para lo peor. Ayer miles de ciudadanos sacaron a las calles de sus ciudad pancartas que denunciaban agresiones institucionales, recortes y desahucios y reivindicaban derechos y libertades, pero Salvador Victoria los equipara (¡puaj, qué asco!) a los militares, guardias civiles, esbirros y secuaces de Fuerza Nueva y nostálgicos fascistas en general, de los que provienen algunas de las raíces más identitarias del partido de la gaviota.
"Necesitamos democracia, no que hoy, como hace 32 años, los enemigos de las libertades tomen el Congreso y las calles", tuiteó el consejero de Presidencia y Justicia del Gobierno autónomo madrileño. Sus correligionarios del PP (sí, está bien dicho: correligionarios: la derecha cada es más parecida a una secta religiosa) se han negado a condenar el sangriento golpe de Estado de Franco, la cruenta guerra civil y los impunes asesinatos de la posguerra del PP perpetrados solo por defender el poder legítimo de la República y mantener incólume su coherencia. Han torpedeado la Memoria Histórica, han linchado al juez que investigaba los crímenes franquistas y la corrupción del Partido Popular, invocando filisteamente el espíritu de la transición y la reconciliación nacional. Asco, sí, dan asco, náusea, indignación que sacude hasta la última circunvolución de los intestinos.
Para Salvador Victoria, la manifestación del 23 es una “marea antisistema y antidemocrática”, “un tsunami contra las libertades y la democracia parlamentaria”. En su inconsciencia, no se ha parado a pensar que el verdadero tsunami lo han provocado los poderes económicos y financieros de su país y del mundo. Ahíto de tópicos de la derechona mediática (¡qué asco!), quizá no le preocupe concluir que si esa es su democracia y ese es su sistema, me declaro abiertamente antisistema y antidemócrata. Si Victoria afirma que su sistema garantiza “las libertades de todos” y si la realidad muestra que esas libertades están, de hecho, ninguneadas o machacadas, basta aplicar el simple argumento lógico del “Modus Tollens” para poder concluir que el presunto sistema defendido por Victoria y los suyos no es un sistema ni una democracia ni nada que se le parezca.
Últimamente la derecha gaviótica y sus congéneres se escudan en la legitimidad que dan las urnas para defender lo indefendible y aferrarse a un poder que lesiona los derechos fundamentales del pueblo.  Las urnas legitiman que el PP y su presidente Rajoy incumplan y contradigan las promesas electorales que hicieron hace un año, justificándolo en las aguas movedizas del “cumplimiento del deber”. Las urnas supuestamente legitiman también no dar explicaciones sobre una posible contabilidad B de su partido, sueldos complementarios opacos para los altos cargos del partido, sustanciosas donaciones sin fondo y sin rostro o la existencia de un tesorero del partido que, cual volatinero sobre la cuerda de la picaresca nacional y con sus patillas de cuatrero, chantajea al partido que gobierna a España. ¿Acaso el poder no procede del pueblo? ¿Es que no se percatan de que el propio Gobierno está asfixiando al pueblo? ¿Cómo no ven que la vida ciudadana cada vez se asemeja más a una arcada nacional?
Quisiera contarle al señor Victoria quiénes han defendido verdaderamente la democracia española. Son muchos, pero nombraré solo a unos cuantos, a los que tuve el honor de conocer: el comunista, antisistema del sistema del señor Victoria, Simón Sánchez Montero, luchador infatigable, tantas veces y durante tantos años encarcelado, honesto y coherente hasta los tuétanos. Enrique y Javier, que murieron asesinados en su despacho laboralista de Atocha, junto con tres compañeros asesinados más y otros cuatro compañeros más, gravemente heridos. Quisiera que Salvador Victoria pudiese quedarse, a pie de cama, en el hospital, unos minutos de una larguísima noche con Dolores, con su cara destrozada por un balazo y sin saber aún que Francisco, su pareja, estaba ya en la morgue. Eran comunistas y de Comisiones Obreras, luchaban por un sistema que a ojos de Victoria sería antisistema y por una democracia que a juicio de Victoria sería antidemocrática. ¡Qué asco!
Los golpistas del 23F de hace 32 años, los asesinos de mis compañeros de Atocha, los carceleros de Simón, los asesinos de Yolanda González Martín (policías, guardias civiles, militares, ministerio del Interior, Fuerza Nueva, ultraderechistas de todo tipo y pelaje, en perfecta connivencia y mezcolanza) nunca fueron considerados antisistema y antidemócratas.  Por eso siento tanto asco esta mañana del 24 de febrero de 2013. Por eso siento tan vivamente el asco que llena el ánimo de millones de españoles y españolas, víctimas de una estafa mundial y un golpe de estado financiero para beneficio exclusivo de los amantes y defensores del sistema y de la democracia de Salvador Victoria. ¡Qué asco!

jueves, 21 de febrero de 2013

Denuncia y reivindicación colectivas en plaza de España

Hoy, jueves, 21 de febrero de 2013, nueve personas han estado en la zaragozana plaza de España para mostrar sendos carteles mediante los que se revindica el derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud y a la educación, se denuncia la estafa financiera a la que el pueblo está siendo sometido y los recortes sociales y económicos, así como se exige la auditoría a los responsables de la crisis o un Estado laico.
El próximo jueves, a partir de las 11 de la mañana, seguiremos allí.
Te esperamos con tu propio cartel y mensaje, si así lo deseas, o te facilitamos otro, el que más te guste, de entre los que tenemos. 


miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Tan ciegos están nuestros parlamentarios?

Los parlamentarios españoles en el Congreso de los Diputados han estado hoy en el hemiciclo  para presenciar el Debate sobre el Estado de la Nación. Miraban hacia el estrado de los oradores intervinientes, pero se equivocaban, pues deberían haberse levantado de sus escaños y mirar desde las ventanas del Congreso. Así hubiesen tenido noticia exacta del verdadero estado de la nación.¿Tan ciegos están?





POR QUÉ NO ME CREO EL PRESUNTO DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN


 
Llevo todo el día preguntándome por qué me niego, de hecho, a escuchar o ver un solo segundo del presunto Debate del estado de la nación. Me salen al paso raudas respuestas, todas ellas sesudamente racionales, pero no me dejo engañar: en realidad y sobre todo, no quiero saber nada de tal Debate porque no me creo una sola palabra de lo que dicen, prometen o denuncian.
Hace muchos años, tuve ocasión de observar muy de cerca una mesa de trileros en la madrileña calle Preciados. Era una cuadrilla perfectamente engranada en la que cada uno cumplía un determinado rol. El objetivo era engatusar a la posible víctima, que finalmente se arrancaba a jugar, con aire de suficiencia, como si ya supiera cuál era el cubilete exacto donde estaba la bolita. La cara que se le quedaba, al perder, era patética, pero no se atrevía a protestar, porque unos supuestos curiosos como él (en realidad, compinches del trilero oficial) daban toda la razón a este, que supuestamente había jugado sin trampa ni cartón (¡todos lo habían visto y daban fe de ello!). Hoy tengo esa misma sensación de aquella tarde veraniega en el centro de Madrid.
Salvando las personas y el talante personal de los parlamentarios (sería demasiado osado e injusto generalizar de esa forma) no les creo, salvo a Izquierda Plural, con cuyos postulados coincido en su mayor parte. Sus técnicas de persuasión están vacías y fofas, y sobre sus cabezas sobrevuela la pregunta de por qué no han hecho lo que ahora dicen si los grupos mayoritarios (PP y PSOE) y los grupos que se han coaligado con ellos para avalar gobiernos y mayorías (PNV, CiU, CC, UPN y otros) han tenido en sus manos llevarlo a cabo desde hace treinta años.
Empezaré a prestarles atención cuando no solo hablen, sino comiencen a llevar a cabo una banca pública al servicio de la ciudadanía y desde una perspectiva de economía social; un salario mínimo interprofesional digno y suficiente, acorde con al menos la media (1.000 euros) de los existentes en la UE; un impuesto de transacciones financieras al servicio de y controlado por la ciudadanía y el pueblo; una escuela laica y pública, donde no solo no se recorta presupuesto, sino que se vuelcan en ella las expectativas y los valores de la ciudadanía: una sanidad pública, universal, gratuita y de calidad; pensiones suficientes y dignas; juicio y prisión para los empresarios, políticos y banqueros que defrauden dinero o que lo blanqueen fraudulentamente; una fiscalidad en beneficio de todos, en la que contribuyan cada ciudadano y cada empresa en justa consonancia con lo que poseen y ganan; derogación del Concordato franquista de 1953 con la iglesia católica y de los Acuerdos de 1979; espacios públicos, actos institucionales y representantes políticos realmente aconfesionales;  nacionalización de los sectores estratégicos de la economía; etcétera…




Una buena descripción


lunes, 18 de febrero de 2013

Reyes, judíos, moriscos, protestantes, gente ortodoxa y Beatriz Talegón

 

Hace unos años, cuando era coordinador de Movimiento laico aragonés MHUEL, fui invitado a asistir a una tertulia matutina de Aragón Televisión (“Sin Ir Más lejos”), pues desde la asociación habíamos solicitado formalmente al Ayuntamiento zaragozano que cesara la emisión por megafonía del cántico “Bendita y alabada sea”, reivindicando que los espacios públicos deben ser laicos y aconfesionales, al margen de las creencias e ideologías de ámbito privado, para así poder ejercer la ciudadanía su derecho a la  libertad de conciencia en plena igualdad de condiciones.

El vídeo de aquella tertulia puede verse en http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=1OMKsfTFoMg

Además de las esperadas reacciones en contra de los contertulios (tocar en Aragón cualquier tema relacionado con la virgen del Pilar es tabú), un señor me “invitó” al final del programa por teléfono a no pasar por la plaza del Pilar ni aledaños, y otra señora me “invitó” por su parte a irme de Aragón.
Al escuchar todo aquello, como un relámpago me vino a la cabeza el recuerdo de unos reyes tan católicos, tan católicos, tan católicos (catolicismo viene del griego katholou, que significa “universal”) que consideraron su deber católico, mediante Decreto o Edicto de Granada, obligar a todos los judíos que habitaban en sus reinos a convertirse al catolicismo o ser expulsados. Se daba como plazo el 2 de agosto de 1492, fecha en que Colón zarpó para descubrir las Indias. El redactor del borrador de aquel Decreto era Tomás de Torquemada, inquisidor general en España.
En 1609, otro rey muy católico, Felipe III, decretó la expulsión de los moriscos, descendientes de la población de religión musulmana convertida al cristianismo. Años antes, el paradigma de todas  las virtudes hispanocatólicas, Felipe II, preocupado por la posible difusión de las ideas protestantes en la España, actuó con mano de santo cirujano: como botones de muestra, entre 1559 y 1562 se celebraron tres autos de fe inquisitoriales en Andalucía, en los que fueron quemados públicamente unas cuantas decenas de protestantes. En Valladolid, en 1559 se celebraron otros dos autos de fe similares en la plaza mayor, asistiendo a uno de ellos el propio Felipe II en persona.
Si buscamos el común denominador de estas pocas muestras de intolerancia fanática en la historia española, encontramos la constante de que un colectivo de personas se cree con derecho de expulsar o liquidar a otras personas por el hecho de pensar o actuar de forma diferente.
Pues bien, Beatriz Talegón, secretaria general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas, fue expulsada el pasado 17 de febrero de la manifestación antidesahucios habida en Madrid.  Estaba acompañada del ex ministro socialista de Justicia. J.F. López Aguilar,  que quizá podría haberse quedado en su casa en lugar de acudir a esa manifestación, pero cuya presencia también puede ser interpretada como un signo de arrepentimiento de acciones y omisiones pasadas y como un paso adelante en sentido opuesto. Talegón ejerció su derecho a manifestar cívica y pacíficamente su impecable opción política y social respecto del asunto de los desahucios.
A pesar de toda la indignación reinante, a pesar de los suicidios, desahucios y tragedias personales y familiares, ningún grupo de ciudadanos y ciudadanas tiene derecho alguno a echar a nadie de una manifestación que no es suya ni de su propiedad. ¿O más bien desahuciaron a Beatriz Talegón de la manifestación?



¿Corridas de toros? “De entrada, no”.



Con el barullo habido por las hipotecas y los desahucios, el millón y medio de firmas de la Iniciativa Legislativa Popular presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a última hora admitida a trámite en el Congreso por la mayoría absoluta  del Partido Popular, pasó de puntillas la aprobación a trámite por el Congreso de otra iniciativa parlamentaria para que “la fiesta de los toros” sea considerada Bien de Interés Cultural (BIC).
Me llamó especialmente la atención el discurso parafilosófico o pseudofilosófico pronunciado por el portavoz de UPyD en el Congreso, el actor Toni Cantó, a favor de la fiesta nacional (la fiesta de una de esas dos Españas que va helando el corazón y que muta de adeptos y causas, según las semanas, los crones o los eones).
Cantó corrigió a los parlamentarios, conminándolos a no andarse por las ramas y centrar debidamente el asunto: ¿Tienen todos los animales derechos o no los tienen? La pregunta misma ya tenía trampa: olvidaba que quien está formulando la cuestión es también animal (“racional” –lo describe- haciendo suya la distinción escolástica entre animales racionales e “irracionales”). A partir de tal omisión y bajo la luz refulgente de su “referente ético”, Fernando Savater, cofundador junto a la madre fundadora, Rosa Díez, de la asociación ¡Basta Ya!, de la que nace en 2007, cual brote verde esperanzador para muchos corazones patrios, la Unión Progreso y Democracia (UPyD), Toni Cantó blande la espada ajena y proclama que “los animales no tienen derechos, a la par que no tienen obligaciones”, no son “sujetos éticos”, “al carecer de libre albedrío” y ser “incapaces de discernir entre el bien y el mal”. Total, que, según Cantó y sus fuentes inspiradoras, los que nos separa de “los animales” es “el tema de la libertad” y la “capacidad de sufrimiento y percepción del dolor”, por lo que los animales no son “nuestros iguales”. Por lo mismo, continúa Cantó, no tenemos obligaciones morales con los animales, aunque el maltrato animal “degrada nuestra humanidad”. Concluye Cantó que los toros y los animales no tienen dos de nuestros derechos fundamentales: derecho a la libertad y derecho a la vida. Me quedé preocupado, tras escuchar atentamente la intervención de Cantó en el pleno del Congreso, pues no dejaba de preguntarme si Cantó fue capaz incluso de sentirse satisfecho de aquella ristra de pesudoargumentos.
Por otro lado, nada tiene de extraño que, ya analizado el percal de nuestros los representantes de la patria,  el pleno del Congreso admitiera ese mismo día a trámite la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña para que la fiesta de los toros fuese declarada bien de interés cultural en toda España. Para ello, necesitó, amén de la mayoría absoluta del PP, los votos de UPyD, UPN y Foro Asturias. Cualquier ojo auténticamente patriótico  habría adivinado aquella tarde en el techo del hemiciclo al mismísimo Viriato, a don Pelayo, a Santiago y cierra España y al icono mismo de la Nación Española, la virgen del Pilar, arengando y bendiciendo a tanto defensor de las tradiciones hispanas.
Sin embargo, aquellos personajes históricos y celestiales se quedaron perplejos ante la postura del grupo socialista: abstención; o sea, una vez más ni chicha ni limoná, ni frío ni caliente, ni  aquí ni allí, ni ná de ná. Algunos diputados socialistas adujeron que de sus 110 diputados unos “aman" los toros, y otros solo “han ido a una plaza a un concierto de rock", afirmaron que  “los toros son cultura”, distinguieron entre “corridas de toros” y “tauromaquia” y decidieron pronunciarse sobre la ILP sobre “la fiesta nacional” como desde hace tiempo nos tienen acostumbrados: absteniéndose.
Fácil es concluir que, ante la abstención socialista, una considerable parte de la ciudadanía se quedó asimismo perpleja, estupefacta y consternada.
Aquellos parlamentarios olvidaban, culposamente o bien a sabiendas, que no se trataba solo de pronunciarse sobre esa carnicería denominada “fiesta nacional”, sino de declararla Bien de Interés Cultural, lo que, entre otras cosas implica su carácter público, con la consiguiente obligación por parte de la Administración de protegerlo, la necesidad de autorizar por parte de la Administración cualquier modificación, privilegios fiscales y ayudas para su mantenimiento y restauración, etc.
Desconozco además si los señores parlamentarios incluyeron en la admisión de la ILP sobre las corridas de toros las sabias y reflexivas admoniciones que Manolo Escobar, inequívoco defensor de las esencias patrias, nos dejó como legado moral-nacional: “No me gusta que a los toros te pongas la minifalda. La gente mira p’arriba, porque quieren ver tu cara y quieren ver tus rodillas (…) Me rebelo y me rebelo y tengo que pelearme y a los toros no los veo. Así que tú ya lo sabes, no te pongas minifalda, que los toros de esta tarde yo tengo gana de verlos sin pelearme con nadie”.
Desde luego, personalmente, yo ni voy a ir a los toros ni voy a ponerme una minifalda.




miércoles, 13 de febrero de 2013

[HD] Toni Cantó: "Los animales no tienen derecho a la vida ni a la libe...

Alberto Garzón a Draghi: "Usted viene como representante de un poder ant...

Derecho de resistencia


 PUBLICADO HOY EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN


Imaginemos que el poder proviene del pueblo. Lo sé, a estas alturas es mucho imaginar, pero hagamos un esfuerzo. Imaginemos que la soberanía nacional reside en la voluntad de la ciudadanía, que se organiza socialmente en régimen de libertad, de justicia y de paz, y sobre la base de la dignidad intrínseca de los seres humanos y de los derechos iguales e inalienables de todas y cada una de las personas.
Imaginemos ahora, lo sé, hoy ya cuesta poco imaginarlo, que algunos han decidido que los derechos fundamentales son pura filfa, no pertenecen a las personas y deben ser regulados y recortados según las necesidades económicas y de acuerdo con los intereses de una supuesta clase nacional y supranacional, que dicta y manda en el mundo y en cada país. La vivienda digna, por ejemplo, deja de ser un derecho, para quedar sujeta a los vaivenes del “libre mercado”. O que el derecho al trabajo solo es regulado por el contrato único, los miniempleos, el despido libre y gratuito y la existencia de seis millones de parados. O que el gobierno asume, sin consultar al pueblo, que la deuda privada de los bancos y las grandes empresas es deuda soberana y del país entero, aunque apenas pueda pagar siquiera los intereses de dicha deuda, detrayendo todos esos gastos de las verdaderas necesidades de la gente. O que el gobernante trata a la educación y la sanidad como meras mercancías de supermercado, rebajables a gusto de los intereses creados de la enseñanza privada y la sanidad privada.
Imaginemos ahora qué puede hacer un desempleado de larga duración que cobra mensualmente una prestación de 399 euros mensuales y tiene dos hijas en plena pubertad y adolescencia, respectivamente. O una persona anciana, privada de ayuda domiciliaria por recortes presupuestarios gubernamentales y cuya mayor preocupación en esos momentos es no morir sola, demasiado sola. O una madre que debe meter cada mañana en una fiambrera la comida de su hijo, alumno en una escuela de Primaria, que ya no tiene beca de comedor ni de material escolar. O el minusválido que ha de quedarse en casa por carecer del dinero que ahora le niega el Gobierno para disponer de una prótesis o una silla de ruedas. O una joven que, terminados sus estudios superiores, sobrevuela ya la treintena sin trabajo, sin otro currículum profesional que unos pocos contratos basura, paradigma de la explotación laboral.
¿Qué pueden hacer, dime? ¿Qué puede hacer toda esa gente salvo rebelarse? Ya en 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclama que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus derechos” (a. 1) y que “la finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión” (a.2). Sobre esta base, es razonable concluir que los gobiernos y las instituciones públicas que no se ocupen realmente de conservar los derechos cívicos, laborales, sociales, económicos y políticos de la ciudadanía pueden ser considerados ilegítimos. En otras palabras, la verdadera legitimidad de los gobiernos no descansa solo en obtener cada cuatro años un determinado respaldo popular en las urnas, sino principalmente en la realización efectiva de los derechos ciudadanos, en todas sus vertientes, generalmente expuestos en los a menudo mendaces programas electorales de los partidos gobernantes.
El artículo 28 de la  Declaración Universal de los Derecho Humanos de la ONU reconoce que “toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades (…) se hagan plenamente efectivos”. La reivindicación de estos derechos conlleva necesariamente el derecho a oponerse a cualquier autoridad e institución que atente contra los mismos. En otras palabras, los derechos humanos no son completos si no están acompañados del derecho a resistir activa y pasivamente frente a quienes, de hecho, los conculquen o los nieguen. Pues bien, el derecho de resistencia equivale en determinados momentos al deber de resistir. No hay democracia sin el pueblo (demos), por lo que el pueblo mismo está obligado a velar permanentemente por la democratización constante y sin paliativos de la propia democracia (valga la redundancia) o, dicho de otro modo, por redemocratizar sin descanso la democracia misma.
El derecho de resistencia es también derecho de desobedecer, de llevar a tribunales de garantía al gobernante que da la espalda a los derechos de la ciudadanía, de impugnar la legitimidad del poder corrupto, incompetente o abusivo, de ejercer abiertamente el disenso y la crítica. En resumidas cuentas, el derecho de resistencia es una obligación moral de la ciudadanía que se sabe responsable del bienestar real y sostenible de sus conciudadanos y de las generaciones futuras.
(Javier de Lucas y Mª José Añón, catedráticos de Filosofía del Derecho en la UV son inspiradores de este artículo).

martes, 12 de febrero de 2013

Acerca de algunas falacias tramposas de los eclesiásticos



Un Boeing 747 se estrella y mueren 450 pasajeros, más toda la tripulación, pero un niño sale indemne con solo quemaduras de primer grado: luego dios existe y a través de ese niño se pone de manifiesto su infinita bondad. Es decir, ocurra lo que ocurra, siempre un argumento retorcido hará que aparezca beneficioso cualquier evento y refrende el propio pensamiento, por muy ilógico y/o alógico que sea. Esa misma argucia argumentativa se aplica de múltiples formas camaleónicas por parte de numerosas instituciones religiosas y eclesiásticas
Así, por ejemplo, Karol Wojtyla permaneció aferrado a su puesto de jerarca supremo de la iglesia católica hasta el último segundo de su vejez: lo presentaron como prueba de santidad. Joseph Ratzinger, en cambio, dimite como “Papa” y es explicado de inmediato como prueba de humildad y santidad del clérigo alemán (por cierto, dada la duración media de los Papas, ¿sería más apropiado hablar entonces de que Ratzinger solo se ha prejubilado?) . Y es que la gente eclesiástica es maestra en llevar el agua siempre a su molino, de acuerdo con sus intereses.
Una madre católica espera la llegada de su hijo, que viaja en coche. Si llega sano y salvo da gracias a dios por haberlo cuidado paternalmente: es, pues, voluntad de dios. Si sufre un accidente grave o mortal, ese mismo dios le ha puesto a prueba su acatamiento de los designios celestiales: es voluntad de dios. En otras palabras, ocurra lo que ocurra, la interpretación siempre favorece a los dioses y a sus representantes en la tierra. ¿No se le ocurre a esa preguntarse por qué dios, siendo bueno y omnipotente, no ha evitado el accidente?
Si el beato X realiza milagros tras su muerte, y supuestamente cura a un diabético o a una persona con un tumor maligno, se lo canoniza por ser condición sine qua non y prueba de su santidad. Si 3.457 personas diabéticas y enfermas de cáncer maligno solicitan del mismo beato la misma curación y no les ocurre nada, eso no es prueba del egoísmo interesado y de la perezosa desidia del beato, que solo cura en su propio beneficio para subir a los altares, sino de la impiedad de los diabéticos, que no aceptan que la voluntad de dios es que vivan en la enfermedad debida al aumento de los niveles de glucosa o hiperglucemia, o por un grupo de células descontroladas que aumentan de forma autónoma.
Su dios crea las margaritas, las puestas de sol y la belleza del mundo, pero no la lepra, la muerte, el cáncer, la gonorrea o la poliomielitis. En el primer caso, dios es fuente creadora de todo lo bueno. En segundo, es culpa de los humanos: por eso inventaron el pecado original, causante de todos los males y desgracias.
Si un padre mata a un hijo se interpreta como un crimen despiadado y horrendo. Si dios manda a un padre degollar a su hijo (Abraham-Isaac) solo se pone a prueba su obediencia incondicional la divinidad. Si un padre entrega a su hijo al pelotón de fusilamiento ¡por una buena causa! es un vil criminal, pero si dios entrega a la muerte a su hijo (a él mismo, dentro del galimatías trinitario)  para redimir los pecados de la humanidad es un acto de generosidad y de amor. Con lo sencillo que sería lo que hacen la mayor parte de los padres con sus hijos: darles un beso, decirles que no lo hagan más y sanseacabó. Pero el dios cristiano es sádico, rencoroso e incapaz de perdonar si no es mediante sangre y sufrimiento.
Matar atenta contra el quinto mandamiento, a no ser, por ejemplo, que se queme en la hoguera a brujas y herejes o se fusile a republicanos y comunistas. Bush oraba cada domingo en su iglesia pidiendo la pronta victoria de sus tropas sobre los terroristas iraquíes o afganos. Dios no manda rayos justicieros contra el “mundo rico y desarrollado”  que condena a morir de hambre y de miseria a cientos de millones de seres humanos, víctimas de la especulación y de la codicia. Los eclesiásticos, en este caso, guardan silencio, no sea que se les invite a vender y donar los tesoros acumulados durante siglos a costa de privar al pueblo de lo más necesario.
Un preservativo, una píldora poscoital, o una gloriosa felación son pecados para los eclesiásticos. Miles de casos de pederastia en Estados Unidos y Europa (¿cuándo saltará la liebre de los abusos sexuales de curas y monjas con niños y niñas en Italia y España?) son solo, al decir de Ratzinger, “una persecución de la iglesia a manos de la iglesia misma”, que se ha silenciado en lo posible y se ha tratado de borrar a costa de millones de dólares  de indemnización?
Hace 2.500 años, en la conocida como Escuela de Megara, se idearon una serie de argumentos/trampa bastante jocosos. Uno de los más famosos es el “silogismo del cornudo”: “Tú tienes todo lo que no has perdido. Tú no has perdido los cuernos. Por consiguientes, tú tienes cuernos, eres un cornudo”, Los argumentos de los eclesiásticos se me antojan bastante similares, con la diferencia de que los axiomas “teológicos” sobre los que se asientan los argumentos eclesiásticos no tienen la menor intención de convencer, sino solo de ser creídos.
Sin salirnos del área de los cornudos acabaré entonces con un lúcido dilema de Quevedo, que atenúe algo de las tramposas afirmaciones de los eclesiásticos: “Siempre tenemos razón para ser cornudos: porque si la mujer es buena, comunicarla con los prójimos es caridad; y si es maña, es alivio propio”.
A ver, hijos míos, hermanos míos en el Señor, ¿dónde está la bolita? ¿Quién quiere apostar? ¿Dónde está la bolita?




lunes, 11 de febrero de 2013

Tribunal de Cuentas: ¿controlar al controlador y vigilar al vigilante?



Unos han presentado su Declaración de Hacienda y a los cinco segundos se han erigido en adalides de la transparencia. El PP ha cumplido, que el resto de los partidos aprenda y secunde su ejemplo. Todo está solucionado y ahora solo resta votar al partido de Rajoy y Mato, tan injustamente injuriados por insidiosos medios de comunicación. En fin, colorín colorado, y todo está puesto ya en manos del Tribunal de Cuentas.
Sobre el papel, el Tribunal de Cuentas es el supremo órgano fiscalizador de las cuentas y de la gestión económica del Estado y del sector público, incluida la contabilidad de los partidos políticos. Eso no obsta para que cada Autonomía tenga además su propio Tribunal de Cuentas, aunque reciba nombres distintos. Por ejemplo, en Aragón está la Cámara de Cuentas de Aragón, en Euskadi, el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas, en Cataluña, la Sindicatura de Comptes de Catalunya o en Madrid la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid.  Es  decir, que por instrumentos fiscalizadores no queda, pues los tenemos por duplicado y triplicado en cada territorio.
Lo malo es que los fiscalizadores son nombrados por los fiscalizados; algo así como que los lobos nombren a otros lobos para que vigilen que ningún lobo coma corderos del rebaño de corderos que tienen enfrente. Concretamente, el Pleno del Tribunal de Cuentas está compuesto por seis miembros designados por el Congreso y otros seis por el Senado, “mediante votación por mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras, por un período de nueve años”. Hablar, según esto, de la independencia de los miembros del Tribunal de Cuentas respecto del poder político es, por tanto, toda una tomadura de pelo.
Así, la composición del Tribunal de cuentas, a julio de 20112 y según el artículo correspondiente de Wikipedia
·               Por parte del Congreso de los Diputados  
1.            D. Ramón María Álvarez de Miranda García
2.            D. Ángel Antonio Algarra Paredes
3.            Dª. Enriqueta Chicano Jávega
4.            Dª. María José de la Fuente y de la Calle
5.            Dª. María Antonia Lozano Álvarez
6.            D. José Manuel Suárez Robledano
·               Por parte del Senado  
1.            D. Javier Medina Guijarro
2.            Dª. Margarita Mariscal de Gante y Mirón
3.            D. Manuel Aznar López
4.            D. Lluis Armet i Coma
5.            D. Felipe García Ortiz
6.            Dª. María Dolores Genaro Moya
Como nota folclórica, no está de más apuntar que Manuel Aznar es hermano del expresidente José María Aznar y responsable de inspeccionar los Ministerios de Hacienda, Economía, Fomento y Sanidad. Para equilibrar la balanza, la sala de lo contencioso-administrativo del Supremo anuló en 2009 el nombramiento como subdirectora de Carmen de Vicente, hermana de Ciriaco de Vicente, del PSOE, que era consejero e incluso fue presidente.
En resumidas cuentas, de los doce miembros del Pleno del Tribunal, ocho fueron designados a propuesta del PP y cuatro a propuesta del PSOE.  Huelga cualquier comentario. Por ley,  todos ellos son “independientes e inamovibles”. Amén.
No es extrañar que en febrero de 2013 el Supremo haya denunciado la politización del Tribunal de Cuentas y advertido de que en su seno hay más funcionarios (vg. Subdirector adjunto de la Asesoría Jurídica, asesor económico financiero, etc.) nombrados por los partidos que de carrera, de lo que es sencillo derivar la cuestión de que si los miembros del Tribunal de Cuentas tienen como objetivo principal fiscalizar las cuentas públicas y la posible corrupción en el ámbito público, quién garantiza la vigilancia de  los vigilantes a los vigilados y quién garantiza la pronta, directa y limpia denuncia a los corruptores y los corrompidos del sistema. Si el Tribunal está controlado por los dos grandes partidos, que a su vez son los que disponen y gastan más dinero público, ¿quién controla a quién realmente?, ¿quién fiscaliza a quién realmente?
De momento, llevados por su escaso anhelo de fiscalizar las cuentas públicas, el último ejercicio analizado de los partidos es 2007, si bien, ahora, acuciado por el tsunami mediático, el Tribunal de Cuentas espera –dice- entregar en verano el ejercicio de 2008 y para fin de año los de 2009, 2010 y 2011.
Es posible que, entre tejemaneje y tejemaneje, el PP y el PSOE hayan determinado más de una vez y más de dos concertar que no se levanta la madriguera A si tampoco se hurga en la madriguera C (entre ellas, la madriguera B). Por otro lado, ¿qué Tribunal de Cuentas puede realizar eficaz y fidedignamente su labor, si hasta la fecha no puede acceder a información de la Agencia Tributaria? Así las cosas, la Asociación de los Cuerpos Superiores de Letrados y Auditores del Tribunal de Cuentas considera que el Supremo "denuncia la falta de voluntad de los máximos responsables de dotar con profesionales que son los que gozamos de una independencia probada ya que accedemos por oposición”.
Los Partidos piden un gran Pacto contra la corrupción. Rubalcaba desgrana unos cuantos puntos tendentes a favorecer la transparencia. Unos y otros llevan desde 1976 manejando los hilos del tenderete. La ciudadanía se enroca en su indiferencia y su indignación: responde que obras son amores y no buenas razones.




domingo, 10 de febrero de 2013

Tú dimites, el/ella dimite, pero yo me quedo



La ministra alemana de Educación, Annette Schavan, ha dimitido por plagio en su tesis doctoral. Angela Merkel, su partido y ella misma no han invocado la presunción de inocencia ni han afirmado que se trata de una persecución contra el CDU.  Simplemente,  la universidad de Düsseldorf revocó su título de doctora y Merkel aceptó su dimisión como ministra. Es decir, exactamente igual que en España.
Merkel y Annette eran bastante amigas y llevaban trabajando siete años juntas en el Gobierno alemán, pero la ministra de Educación ha dimitido:  “Primero va el país, luego el partido y después yo misma”, dijo la ex ministra, que añadió que por su culpa “no debe verse perjudicado el Ministerio” y que “un litigio con una universidad supone una carga inadmisible”. O sea, lo mismo que suele ocurrir en España.
Hace dos años tuvo que dimitir el ministro de Defensa Karl-Theodor zu Guttenberg por idénticos motivos: plagio flagrante en su tesis doctoral, de cuyo título fue privado ipso facto. Por si lo de plagio no acaba de entenderse, digamos que Annette y Karl-Theodor fueron destituidos como ministros por apropiarse indebidamente del producto del trabajo de otras personas. Quizá en España a más de uno le suene eso de “apropiación indebida” (eufemismo para describir elegantemente la tosca labor de chorizos, ladrones y asimilados), pero lo que en este país no suena es eso de dimitir. Aquí no dimite ni dios. Faltaría más. Da igual que te pillen con las manos en la masa, que te abrumen las pruebas en contra, pues siempre te quedará la salida de a) decir que miente el acusador; b) amenazar con una querella contra todo y contra todos. Se da por descontado que el propio partido aplaudirá tu firme y digna postura y, si no tienes partido, piensa que el Consejo de Ministros podrá indultarte a petición del Ministro de Justicia de turno.
Como botón de muestra: el sempiterno en inmarcesible Presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, imputado judicialmente por tráfico de influencias, cohecho y delito fiscal, sigue en su puesto, tras declarar que se siente “absuelto por el pueblo”, después de que Mariano Rajoy lo proclamara públicamente  “ciudadano ejemplar” y de que el por aquel entonces Presidente de la Generalitat valenciana, F. Camps, pregonara también públicamente “la enorme suerte” que tienen el PP y la provincia de Castellón de contar con Fabra como presidente de la Diputación y del PP en la provincia. 
Repásese la historia española de los últimos treinta años (especialmente de los últimos diez años, y aún más especialmente de las últimas tres semanas)  de cohechos, prevaricaciones, fraudes, chalaneos, robos, sobornos, cajas y contabilidades de la A a la Z, etc. y véanse después las dimisiones habidas. A renglón seguido, cómprese un juego de sábanas lo más grande posible para enjugar convenientemente las lágrimas y demás fluidos, y llórese a continuación cuanto se quiera y se necesite. Porque la cosa es para llorar.