lunes, 1 de julio de 2013

Ich bin ein Mexicaner (yo soy mexicano)



Se ha colado en el mundo de los hechos sin que nos diéramos cuenta y con el silencio culposo de numerosas agencias de noticias y medios de información. La semana pasada, el Senado norteamericano, dentro de la reforma de la inmigración, autorizaba la "ampliación" (sic) del muro fronterizo entre Estados Unidos y México, que constituye, de hecho, una descomunal militarización de la frontera.
La tasa de inmigración en el último año en Estados Unidos ha dado un índice 0 y el Presidente Obama está deportando inmigrantes con unas cifras récord, pero los políticos estadounidenses, principalmente los republicanos, no tienen límite: 1.100 kilómetros de vallas y muros, con 42.000 agentes (la patrulla fronteriza es más grande que el mismo FBI) y 30 billones americanos (30.000 milones de dólares nuestros) de coste. Si los vigilantes trabajasen todos a la vez, habría uno cada 75 metros. El miedo inoculado por la propaganda oficial –tan mendaz, tan fuera de todo rastro de humanidad- ha dado sus frutos. Miedo al inmigrante, al diferente, al gay, a esa amenaza oscura que incitan a combatir a base de armas y armas adquiridas en tiendas como si se tratase de hamburguesas.
De paso, la industria militar se frota las manos: la megapatrulla fronteriza quiere ser ultramoderna y por ello contará con sensores de movimiento de última generación, helicópteros, vehículos de todo tipo, armas sofisticadas y aviones no tripulados, etc. Desde que se inició la construcción del muro (“Operación Guardián”, lo llamaron los norteamericanos), los inmigrantes venidos del sur vieron que era muy difícil pasar al país de los winner y los self-made man, por lo que decidieron buscar otras vías, más peligrosas, pero mucho menos vigiladas, como, por ejemplo, el desierto de Arizona. El resultado es estremecedor: más de 10.000 muertes se han producido desde 1994 en tales circunstancias.
Los chinos construyeron la Gran Muralla. Los estadounidenses, un muro de vergüenza y represión. “Ic bin ein Berliner” (también yo soy berlinés), proclamó el presidente Kennedy el 13 de agosto de 1961. Ahora, ante algunos muros, habría que aclarar qué se entiende por berlinés: si palestino o israelí, si estadounidense o mexicano.

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