jueves, 17 de octubre de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 101

Hoy millones de estrellas brillaban en mi interior a plena luz del día: mi primer nieto vendrá a este complejo y maravilloso mundo el 4 de noviembre, si todo va según lo previsto. Me he tomado un café antes de llegar al portal de la Consejera y allí mismo he comenzado a escuchar la octava Sinfonía de Ludwig. No sé si lee mis labios o ya oye bien, pero la cosa es que ha respondido con un “de nada”, acompañado de una amplia sonrisa, nada más decirle “gracias”. La octava Sinfonía es una de las preferidas de Javier, mi hijo, el padre de la criatura a punto de nacer. Este es, como sabrás, su primer movimiento:

Ayer recibí muchas palabras de ánimo y percibí mucho cariño por esos 100 días del perroflauta motorizado en el portal de la Consejera de Educación.
Quiero dejar aquí uno de ellos, de Lazarillo, de Félix, director de Diario del Aire, de muy recomendable visita y lectura, que de vez en cuando acoge algunos de mis artículos y escritos. Publica el último post del Diario de un perroflauta motorizado e incluye la siguiente “Nota de Lazarillo:
“Constancia y ánimo para otros cien días, amigo Antonio, admirado profesor. Se necesita gente como tú. Solo lamento no vivir en Zaragoza para acompañarte muchas mañanas junto a ese portal donde vive una ausente. ¿Cómo se puede ser nada menos que Consejera de Educación ignorando durante cien días tu testimonio? Eso demuestra la poca razón y corazón que asiste a nuestros políticos en una materia donde si no se conjugan inteligencia y sensibilidad, poco se puede hacer y mucho se puede deshacer, tal como está ocurriendo. Te mando un fuerte abrazo con la música de nuestro admirado Ludwig sonando en tu honor”.
Me ha sabido a gloria, pues también los perroflautas motorizados necesitan caricias verbales y emocionales.
Un hombre ha pasado como una centella por delante del portal, a la vez que mascullaba con rabia: “¡¡Otra vez el Aramayona dando la tabarra por ahí!!”. Llevaba bigote (otro nostálgico de bigotes caudilleros). Mi próxim@ niet@ (si él o si ella, sus papás no quieren saberlo hasta el momento de su nacimiento) me da hoy tanta fortaleza, tal visión certera de la vida, que no me importa la saña y el rencor de ese hombre. Es@ niñ@, al fin y al cabo, es mi razón de vivir.
Una niña de un año y medio, muy mona, coletitas a los lados, corre, mientras emite grititos, hacia la tienda de Walt Disney, distante unos quince metros del portal de la Consejera. El perroflauta motorizado observa la escena, sus papás unos metros detrás de la niña. Esta no se detiene ante los escaparates multicolores y repletos de los personajes típicos de Disney, entra directamente a tienda: seguramente, quiere comprar, que le compren por enésima vez lo que pida o, al menos, algo de lo que pida. El perroflauta motorizado tiene la certeza de que, conociendo a sus papás, su niet@ no hará eso ni será así. Y vuelve a cantar en sus adentros “Otro mundo es posible”.
Un hombre de mediana edad lee durante bastante rato el cartel. Levanta después la vista hasta el perroflauta motorizado, y dice con voz sonora: “¿Qué valor tiene!”. Mairena aprovecha la ocasión para preguntar a aquel hombre que “valor” lo demuestra una persona valiente arriesgando su vida en un incendio y “valor” es también lo que encierran las personas cuando son y hacen algo valioso. “¿En qué sentido habla usted de ‘valor’?”, repite el perroflauta motorizado lo que previamente le ha sugerido Juan de Mairena. El hombre ha respondido “Vete a saber” y se ha ido.
A su vuelta, el perroflauta motorizado se ha encontrado con una antigua alumna del IES “Blecua”, de Zaragoza. Más de veinte años sin verse, pero se han reconocido. No le va mal a Lucía, pero sorteando siempre mil y una dificultades. El perroflauta motorizado le ha contado que lleva cinco meses en el portal de la Consejera por la educación pública y contra los recortes. “En tu línea, pues”, ha dicho Lucía. Y como se ha abierto el semáforo, se han dado un beso y cada uno se ha ido por su lado. Mi línea, recta, semirrecta, multicolor, quebrada, alegre, dolorida, curva, incolora, directa… Mi línea, para bien y/o para mal, es reconocible… 
Ayer me acompañó una buena parte de la mañana Nacho, autor de la imagen primera que ayer abría este Diario.
Me despido con Clair de Lune de Debussy, que expresa bien el estado de ánimo del perroflauta motorizado.
Hasta mañana.

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