jueves, 31 de octubre de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 111


“Te noto asqueado con la enésima cesión del Gobierno de Rajoy y su LOMCE respecto de la asignatura de religión, ahora también en el Bachillerato”, le dice Mairena al perroflauta motorizado. Y prosigue: “No es nada nuevo, Antonio. A lo largo de la historia de este país, el poder católico y el poder político no han hecho otra cosa: nos quieren en sus manos, retorciéndonos de culpa y de hipocresía, lavados farisaicamente de toda culpa mediante una simple absolución o unas obras caritativas”.
Del film “Las Horas”, The kiss, El beso, música de Philip Glass: más adelante, aparecerá un beso de gran significado. Si te place, puedes ir escuchando esta música.
El perroflauta motorizado permanecía callado. Apenas si le quedaban fuerzas y ganas de comentar algo. “Te voy a presentar a alguien que te va a gustar, Antonio”, continuó diciendo Mairena. E inmediatamente apareció Dostoievski, Fiódor o Fédor para los amigos, con sus largas barbas y escaso pelo. “Viene a animarte, pero no quiere hablar”, aclara Mairena, “así que yo  mismo te explicaré a continuación por qué y para qué ha querido venir hasta aquí”.
Y Mairena contó que Dostoievski incluye en su novela “Los hermanos Karamazov” un maravilloso relato (“El Gran Inquisidor”), que pone en boca del protagonista, Iván: en la Sevilla del siglo XVI acaba de ser quemado un hereje o una bruja en un “auto de fe”. Al día siguiente, aún calientes las cenizas de tan macabra celebración, aparece Cristo, dispuesto a consolar y ayudar durante unos instantes al pueblo desgraciado, pleno de desventuras y de tristeza. Avanza entre la multitud sin decir nada, sin querer llamar la atención, pero todos le reconocen, y el pueblo le sigue. Cristo continúa avanzando, irradiando piedad, cariño, fuerza y luz, tendiendo sus brazos y bendiciendo a la gente.
La multitud le ruega que haga ver a los ciegos y resucite a una niña, pocos días antes llena de vida. Cristo así lo hace ante toda la multitud. El Cardenal Gran Inquisidor, que está viendo la escena, inmediatamente ordena apresar a Jesús. Los gendarmes, temerosos y acostumbrados a obedecer al Gran Inquisidor, así lo hacen y lo llevan a la cárcel del Santo Ofiico. El pueblo presencia todo en silencio, no osa oponerse a la voluntad del Cardenal Gran Inquisidor, se inclina a su paso mientras recibe su bendición.
El viejo Gran Inquisidor va a visitar a Jesús en su oscura y angosta celda, y le hace la pregunta que apenas había podido contener dentro de sí hasta entonces, pero cuya respuesta sabe de sobra: “¿Eres tú?”. Cristo no abre la boca, permanece callado, y el Gran Inquisidor le va espetando en un monólogo cargado de miedos y arteros reproches:
“¿Porqué has venido a molestarnos?… Bien sabes que tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber si eres Él o sólo su apariencia; seas quien seas, mañana te condenaré; perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda...”
El Gran Inquisidor se queja y se queja de que Cristo venga ahora a desbaratar lo que a la Iglesia le ha costado tanto estructurar, ordenar y dejar atado y bien atado, pero Jesús sigue callado, y el Gran Inquisidor cada vez se impacienta más. El relato continúa así:
El inquisidor calla. Espera unos instantes la respuesta del preso. Aquel silencio le turba. El preso le ha oído, sin dejar de mirarle a los ojos, con una mirada fija y dulce, decidido evidentemente a no contestar nada. El anciano hubiera querido oír de sus labios una palabra, aunque hubiera sido la más amarga, la más terrible. Y he aquí que el preso se le acerca en silencio y da un beso en sus labios exangües de nonagenario. ¡A eso se reduce su respuesta! El anciano se estremece, sus labios tiemblan; se dirige a la puerta, la abre y dice: “¡Vete y no vuelvas nunca... , nunca! Y le deja salir a las calles oscuras de la ciudad. El preso se aleja…”.
Dostoievski me pide ahora que traduzca frase por frase lo que vaya diciendo”, dice Mairena, cortando los pensamientos y las emociones que el relato del Gran Inquisidor ha creado. “Vale”, asiente el perroflauta motorizado, ¿pero sabes ruso?”.Fiódor aprendió el lenguaje universal de los humanos en sus años de cárcel en Siberia, acusado de pertenecer a un grupo intelectual liberal y conspirar contra el zar. No sé si sabes que estuvo ante el pelotón de fusilamiento, ya con los ojos vendados, y en el último segundo le conmutaron la pena de muerte. Habla, Fiódor, te escuchamos”, concluyó Mairena.
La voz de Fiódor o Fédor Dostoievski subió como un rayo por el edificio hasta romper paredes, puertas y ventanas de la vivienda de la Consejera aragonesa de Educación, Cultura, Universidad y Deportes. El corazón de la Consejera, sin embargo, estaba muy lejos de allí.

“Hay muchos Grandes Inquisidores en el mundo / Aquí tenéis a Rouco Varela y su cohorte que se ajustan bien al perfil del Gran Inquisidor / Pero no los busquéis solo en el Vaticano o en los Palacios Episcopales / Buscadlos sobre todo en las casas, las iglesias, las capillas, los capellanes y los secuaces de grupos ultracatólicos como el Opus Dei y similares, en los ministros y catedráticos que ha colado a decenas de miles en vuestra sociedad / en vuestro Alcalde y en cuantos no se oponen expresa y públicamente a su beatería / en todos los partidos políticos que hasta ahora han gobernado en España y no se han atrevido a denunciar un Concordato franquista y unos Acuerdos obsoletos entre la iglesia católica y el Estado español l en vuestros reyes, zares, presidentes, banqueros y papas / son los menos creyentes de entre los no creyentes / pero las iglesias, los funerales, las ceremonias religiosas y todas sus supersticiones les sirven de justificación de su hipocresía y sus bandidajes / Wert y Serrat son marionetas en manos de sus amos/ No os quedéis en Wert y en el obispo local / Apuntad alto y firme, abatid a los mantenedores de la ignorancia del pueblo / Hacedles frente / Sois vosotros o ellos / Bajo sus ropajes de Gran Inquisidor esconden su roña y su mezquindad / Gritadle al pueblo y a la gente que de ellos es el poder, de ellos procede, en ellos se basa / La vida volverá a brotar cuando en el mundo haya personas libres, responsables, autónomas, críticas hacia dentro y hacia fuera / sabedoras de la bondad del otro si se le trata bondadosamente / amantes de la vida, la libertad, la justicia y la paz sobre todas las cosas / He dicho”.
Si quieres ver una narración bastante literal e interpretada magistralmente del texto del Gran Inquisidor, la tienes en http://www.youtube.com/watch?v=asF8PizSrsk.
El texto del Gran Inquisidor, dentro de la novela Los hermanos Kaaramazov puedes leerlo en



Hasta el próximo día

1 comentario:

  1. Hola Antonio, a veces el ánimo flojea pero no debemos olvidar que todos los días sale el sol y todos los días aprendemos algo. Yo he aprendido, observándote, que se puede luchar con dignidad con la palabra y las obras. También he aprendido que cuando se gobierna hay que hacer lo que se defiende sin paños calientes. Ahora van a implantar las clases de religión. Cuando gobernemos las quitaremos todas. Esta ha sido su proceder y lo entenderán perfectamente.

    Un abrazo Federico

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