viernes, 4 de octubre de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 91


Mañana pasada por agua, de abrir y cerrar paraguas. 


A media jornada, Marisol acompaña al perroflauta motorizado. Pasa y pasa gente. Algunas personas se paran y cuentan sus desventuras. Profesoras interinas en paro, madres que relatan sus apreturas y angustias diarias por no poder dar a sus hijos seguridad y abrigo.
Dos mujeres vuelven del Pilar, pues  una de ellas tiene a su marido en estado terminal por un cáncer en estado muy avanzado. Parches de fentanilo y analgesia fuerte por la nariz, ya que buena parte de la boca está necrosada. “Que no sufra, por favor, que no sufra”, acierta a decir el perroflauta motorizado, a la vez que a duras penas acalla el grito que se le queda en la garganta: por qué no regalar al enfermo el último acto de amor y posibilitarle un final tranquilo y sosegado entre quienes lo quieren; bastan unos cuantos parches simultáneos o una aceleración de la bomba de morfina para que deje de sufrir. Pero el perroflauta motorizado calla y calla, pues el amor de alguna gente pasa por la visita al Pilar en lugar de afrontar directamente cara a cara la vida y la muerte. 

“La religión cumple también una función mitigadora del sufrimiento”, habla Marx, que acaba de aparecer: lleva solo una sábana por encima y su barba es inmensa. “Es que últimamente me han enterrado muchas veces”, explica Marx, y continúa hablando: “me han colgado el sambenito de un simplista ateísmo de baratijas quienes repiten como loros ‘la religión es el opio del pueblo’, ‘la religión es el opio del pueblo’ y cosas parecidas, pero desconocen el contexto. En realidad, lo que dejé escrito en Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel es: ‘la miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión’. Por eso esa mujer ha ido al Pilar. Menos mal que a esa mujer le queda de momento el Pilar”, concluye Marx..
Llueve… “Escucha, Antonio”, dice Mozart, subido al pedestal de una farola de la calle Alfonso, desde donde dirige un delicioso concierto en Do Mayor para flauta, arpa y orquesta. “¡Gracias, Wolfgang!”, le grita Mairena antes de que la orquesta comience a sonar. Y el perroflauta motorizado se va sintiendo mejor.
La policía saluda y saluda. Pasan coches, parejas y tríos de policías, que saludan sin excepción al perroflauta motorizado. Es una relación esquizoide, contradictoria, reflejo fiel del divorcio entre el pueblo y el poder.
Ya de vuelta, en la Plaza de España, parece caer el diluvio universal. 

Marisol y el perroflauta motorizado se encuentran afortunadamente bajo el toldo de una carpa montada por la Caravana Aragonesa Universitaria por el Clima. Universitarios van a pueblos de Aragón, principalmente a los centros escolares de cada localidad, para explicar a la gente joven y madura las buenas ideas y prácticas para cuidar del medio ambiente.












Acaba el viernes, la 18º semana ante el portal de la Consejera. 90 días. 180 horas.

Hasta el próximo día.

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