martes, 11 de febrero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 182


Mañana de frío intenso y lluvia persistente. Julio ha acompañado al perroflauta motorizado un rato a primera hora de la jornada. Marga, como de costumbre, lo ha hecho en el segundo tramo. Marisol no podrá estar en toda la semana. Un abrazo especial y muchos ánimos para ella.


Ayer me acosté pensando aún en la conversación que mantuvimos Bego, Mairena, Nietzsche, Vygotski y yo  con Harry Haller con el que también he desayunado y después me ha acompañado en el autobús hasta llegar al portal de la Consejera. Lo conocí en plena adolescencia y desde entonces no he dejado de pensar de vez en cuando en Harry. Me lo presentó Hermann Hesse y con Hermann y Harry he ido aprendiendo a existir como un lobo estepario. Mairena me ha comentado después en el portal lo mucho que le habían gustado esas conversaciones, que más o menos vienen a decir lo que sigue:

La enseñanza oculta y ofusca la idea de educación, dejada en manos solo de “profesionales” (gobernantes, asesores y enseñantes). El Estado, a su vez, en manos de las grandes empresas y de los intereses empresariales, pretende ante todo formar lo antes posible a empleados útiles, y asegurarse de su docilidad incondicional, con oposiciones, exámenes, concursos de “méritos”, todo ello a millones de años-luz de distancia de lo que quiere y piensa en sus inicios buena parte del profesorado y de las familias, sobre todo de lo que desea y necesita el alumnado.
Actualmente se valora sobre todo lo útil (¡¿para quién?! ¡¿para qué?!). Se busca sobre todo la colocación profesional (esquilmada hoy hasta el extremo por la Reforma Laboral del PP) obviando como algo inútil la colocación personal, en todo su pleno sentido y significado.  Ahora reina el “instinto utilitario” (esa expresión empleó ayer Nietzsche durante la cena), el tener un “puesto” de trabajo, vender al precio que sea “la fuerza de trabajo”, uno de los grandes tesoros de cada persona. Ni un segundo dedicado en la familia y en la escuela a aprender a pensar qué es lo que cada un@ quiere, desea, y no quiere y no desea ser y hacer. Ni un segundo, ni un instante.

Se ignora, pues, el valor incalculable de ese instante, el disfrute del instante, sin finalidad ni objetivo alguno, donde se descubre uno a sí mismo, donde cobra y recobra su identidad más personal y auténtica. La persona que ose descansar y disfrutar en el “dulce balanceo en la mecedora del instante” (de nuevo, otra gloriosa expresión de Nietzsche) es señalado como un bicho raro, un vago, un marginal, fuera de nuestra época, tan hostil a lo que ahora se tiene por inútil. ¿Es que acaso es posible educar verdaderamente sin enseñar y aprender a zambullirse en el instante y bucear en el océano de las vivencias más cristalinas, para que las acariciemos suavemente, sin prisa?
Personalmente, reivindico mi derecho a la inutilidad (lo tengo además escrito en documentos oficiales: “inútil total”, “minusválido total”), a pasar días y semanas enteros en el  dulce balanceo de la mecedora del instante (balanceo que persiste en el portal de la Consejera). Perdono en ocasiones al pasado y el pasado me perdona a menudo. Renuncio igualmente al porvenir. Quiero el instante, amo el instante. Me gustaría que mi alumnado, mis seres queridos, mis amigos y camaradas, cuant@s han estado alguna vez conmigo, me recuerden a través de los instantes compartidos, convividos, mutuamente regalados, al igual que yo sigo recordando a Hermann Hesse y Harry Haller (son el mismo: es un juego o un guiño del escritor compartiendo siglas H.H. el escritor y el personaje).
Así quiero y sueño que sea también el fundamento último de la educación. Es imprescindible la enseñanza, la he amado también como enseñante cada día con todas mis energías. Dejemos ahora que la educación nos balancee en su mecedora, en la mecedora del amor por el ser humano, del derecho de cada ser humano a encontrar el camino hacia su felicidad entre veredas también de luchas y de desdichas.
Juguemos, pues, por un rato, sentados, aunque nunca definitivamente asentados, en la mecedora del instante presente.  Juguemos a ver quién es el más inútil.


Hasta mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.