martes, 11 de marzo de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 201


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11de marzo de 2014. Décimo aniversario del dolor, la indignación y el aluvión de preguntas que llegaron aquella mañana.

Hoy han estado en el portal Marisol, Marga, José, Noemí, Pilar, Maite y el perroflauta motorizado.




11-M. Tod@s tenemos la propia anécdota de dónde nos encontrábamos o qué hacíamos al conocerse la noticia de los atentados de Atocha. Personalmente, yo me encontraba en el IES “Grande Covián” de Zaragoza. En la segunda hora de clase entró el director en el aula  y me encargó redactar inmediatamente un manifiesto que iba a leerse en el primer recreo de la mañana (yo era el “redactor oficial”, quizá por colaborar en El Periódico de Aragón). Fueron momentos de emoción y tensión, alumnado y profesorado agrupados en el patio. Al subir de nuevo a clase, una compañera, Teresa, me dijo en las escaleras que no estaba tan claro que fuese ETA. Y así comenzó la saga de versiones, enfrentamientos, mentiras y verdades descarnadas en torno al 11-M.
Queda permanentemente el dolor en el recuerdo y en la sensibilidad en carne viva de las víctimas. Unos asesinos matan en nombre de Seres y Verdades en mayúscula. Hoy el cardenal católico Rouco Varela ha escupido su rencor en un acto religioso en la catedral católica de Madrid, con asistencia de representantes musulmanes y evangélicos. ¿Qué pintaban allí los Reyes y toda la representación política del Estado? ¿Cuándo habrá funerales civiles para tod@s y después, solo después, que cada quien vaya a donde guste, según sus creencias o ideas? ¿España, un Estado constitucionalmente confesional?

Precisamente estos días pasados he estado leyendo a Emil Cioran, pensador y escritor rumano, compañero de universidad de Ionesco y Eliade, que me ha refrescado algunos temas relacionados con el absurdo del 11-M. Hace dos noches, mientras cenábamos, me decía, más o menos, lo siguiente:

No hay intolerancia, intransigencia ideológica o proselitismo que no revelen el fondo bestial del paroxismo. Que pierda el hombre su facultad de indiferencia: se convierte en asesino virtual; que transforme su idea en dios: las consecuencias son incalculables. No se mata más que en nombre de un dios o de sus sucedáneos: los excesos suscitados por la diosa Razón, por la idea de nación, de clase o de raza son parientes de los de la inquisición o la Reforma”.

Me espantan las personas que se acercan al portal (normalmente “revolucionarios de boquilla”) que enseguida hablan de hacer uso del kaláshnikov para “arreglar las cosas”. Cioran tiene razón: no pocas veces se pierde la razón en nombre de Alá, Yahvé, Jesucristo, la revolución, la raza o la patria. Por eso Cioran no perdió el hilo de la conversación al día siguiente y continuó asegurando:

Las certezas abundan en los fanatismos: suprimidlas y suprimiréis sobre todo sus consecuencias: reconstituiréis el paraíso. ¿Qué es la Caída de Adán y Eva sino la búsqueda de una verdad y la certeza de haberla encontrado, la pasión por un dogma, el establecimiento de un dogma, la rebelión contra un dogma?”

Y llegó el día siguiente del 11-M. Y el siguiente. Y el siguiente… Los políticos no pararon de hablar, muy cercanas las elecciones. Los del PP mentían y mentían sin cesar. El pueblo habló. Y las víctimas de aquella masacre quedaron en el silencio. Necesitaban el silencio. Las palabras herían como si fueran latigazos sobre una enorme llaga abierta en sus corazones. Cioran los comprendió muy bien:
“El silencio es a veces insoportable, pero necesario: ¡qué fuerza hace falta para establecerse en la concisión de lo Indecible! Más fácil es renunciar al pan que a las palabras. Desdichadamente, la palabra resbala hacia la palabrería, hacia la literatura”.
 Y Cioran repetía una y otra vez: “Toda palabra es una palabra de más…”. Y arremetía después contra los grandes maestros en la palabrería ininteligible: las religiones.

Una religión sin interrogantes, sin preguntas, sin dudas, envuelta en dogmas e intransigencia… : una orgía de antropomorfismo. Los griegos se despertaron a la filosofía en el momento en que los dioses les parecieron insuficientes; el concepto comienza donde acaba el Olimpo. Pensar es dejar de venerar, es rebelarse contra el misterio y proclamar su quiebra. La plebe quiere ser machacada a fuerza de invectivas, amenazas y revelaciones, de afirmaciones estentóreas: le gustan los bocazas. San Pablo fue uno de ellos, el más inspirado, el más dotado, el más astuto de la antigüedad. El delicado que razona no puede medirse con el beocio que reza. El descendiente del beduino siembra bombas en los trenes de Atocha con la certeza de que Alá le sonríe. El descendiente del cruzado enciende la hoguera inquisitorial convencidos de estar defendiendo a su dios”.
“Imagine No Religion…”, cantaba Lennon a lo lejos, pero Cioran parece  no escuchar nada, solo me habla desde muy dentro:

Aparentemente, el hombre se ha proporcionado dioses por necesidad de estar protegido, resguardado; en realidad, por avidez de sufrir. Mientras creía que había multitud de ellos se concedió cierta libertad de juego, alguna escapatoria; limitándose después a uno solo, se infligió  un suplemento de coacciones y torturas”. Y concluyó:
Realmente sois desventurados los españoles, pues toda santidad es más o menos española: si Dios fuera Cíclope, España le serviría de ojo”.
Un hombre algo ido de la cabeza nos dio un calendario de la virgen del Pilar y una estampita del Cristo de Medinaceli. “Pídeles una pierna nueva”, me dijo Cioran, haciendo el signo de la despedida con una mano.
Hoy es 11-M. Tengo un cartel, un perro, una flauta y una silla de ruedas eléctrica. Por eso soy un perroflauta motorizado.


Hasta mañana.

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