miércoles, 9 de abril de 2014

Carta en medio del naufragio


 ARTÍCULO PUBLICADO HOY EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
“Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte”, escribe José Hierro en su poema “Respuesta”. Tú también me preguntas sobre la posible jornada continua en los centros públicos de Infantil y Primaria, sobre qué hacer con tanto recorte en los servicios sociales básicos que día a día van desapareciendo a golpe de decreto del Gobierno y de la Troika. Y solo me vienen a la mente esos versos de Hierro: “Quisiera que tú me entendieses a mí sin palabras/ sin palabras hablarte lo mismo que se habla mi gente/ Que tú me entendieses a mí sin palabras/ como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde”.
Se me ocurre que podrías comenzar analizando el lenguaje de los trileros que nos gobiernan. Sus mensajes son engañosos y falaces, buscan ocultar la verdad y disfrazar la realidad. Ahora, por ejemplo, nuestros presuntos gobernantes hablan y hablan de “recuperación”; según ellos, ya hemos salido de la crisis y estamos metidos en una supuesta recuperación que pronto llegará a la ciudadanía. Pues bien, si acudes al Diccionario de la RAE, “recuperar” es “volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía” y volver a un estado de normalidad después de haber pasado por una situación difícil”. Sin embargo, no vamos a volver a ningún lado, pues el camino por el que nos han metido los doctrinarios neoliberales y sus gestores locales del Partido Popular es un camino sin retorno. No volveremos a la situación anterior por la sencilla razón de que están volviendo a España del revés. De hecho, lo que está haciendo el Partido Popular en España y la Troika en toda Europa y el mundo forma parte del programa mundial de implantar otro orden, otra forma de vida, otra sociedad que consolide que una minoría sea cada vez más rica y el pueblo más pobre y sometido a la pobreza y la explotación.
De paso, están narcotizando las mentes y paralizando la voluntad de la ciudadanía. Incluso los partidos de izquierda y los sindicatos se pierden en debates con los gobernantes acerca de los últimos datos publicados sobre la creación de empleo o la cobertura del desempleo, cuando en realidad lo que el Gobierno está creando no es en su mayor parte ni empleos ni puestos de trabajo. “El derecho al trabajo y el deber de trabajar” de la Constitución de 1978 pierde su sentido si una persona no puede prever su futuro y el de su familia más allá de unas semanas o no cuenta con una remuneración y unas condiciones laborales suficientes para poder ganarse la vida digna y honradamente. Pues bien, con la gran mayoría de esos supuestos empleos creados por el Gobierno se priva a la ciudadanía de futuro y de condiciones de subsistencia dignas. ¿Qué hacer entonces, amigo mío? Solo veo dos posibilidades fundamentales: resignación o rebelión.
Me cuentas que estás cansado de hablar, quejarte, reunirte, concentrarte o manifestarte un par de horas, para después regresar a casa por donde has venido. Sin recuperación posible de derechos y situaciones pasadas, queda la rebelión, que, en mi opinión, queda resumida en la huelga general indefinida y en una plurivalente desobediencia civil. Llegados a este punto, las falacias y los círculos viciosos no provienen ya del poder, sino de la ciudadanía supuestamente indignada. “No se hace nada”, “nadie hace nada” son generalmente los dos grandes parapetos donde se escudan muchos para encogerse de hombros y concluir que nada puede hacer personalmente. Algunos sindicatos adornan estas excusas con fórmulas tales como “no se dan aún las condiciones idóneas para actuar eficazmente”. Sin embargo, “nadie” y “se” son sujetos impersonales, no existen, no son personas concretas, sino solo conceptos abstractos. ¿Puedes llegar a pensar y decidir que para que haya un día en la calle 10.000 o 1.000 personas es preciso que antes haya 100 o 30 o 10 o incluso una sola? ¿Por qué no te decides a pensar y actuar, con independencia de lo que puedan hacer los demás?
Personalmente, las actuaciones de muchos de nuestros gobernantes me han llevado a cuestionar la legitimidad de sus propios mandatos, pues atentar directa o indirectamente contra los derechos y libertades fundamentales del pueblo deslegitima su razón de ser como gobernantes. De hecho es una contradicción afirmar, por un lado, en el Título Preliminar de la Constitución que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” y, por otro, que estos poderes erosionen gravemente los derechos y las libertades fundamentales del pueblo.
Respetaré, amigo mío, lo que decidas hacer y ser en adelante, pero te agradeceré mucho, cuando nos encontremos, cambiar las palabras por los hechos, las tertulias por las acciones, o callar. José Hierro acaba así el poema mencionado al principio de esta carta: “Sin palabras, amigo, tenia que ser sin palabras como tú me entendieses”. 

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