Publicado hoy en El Periódico de Aragón
En primer lugar, lo siento por los
árboles: imagino la cantidad de papel dedicado a sobres y papeletas que llegan
al buzón de cada casa de cada localidad de cada región de cada provincia y que
también deberán estar en cada uno de los
colegios electorales en generosos montones; imagino la cantidad de folletos,
banderitas y pancartas de papel presentes en los mítines y en los tenderetes
montados en las calles y plazas principales de la ciudad; tras multiplicar todo
ello por 30 (las treinta candidaturas que aspiran a tener representación en el
Parlamento Europeo), aparece la enorme cantidad de árboles necesarios para
cubrir todas esas necesidades de papel, y lo lamento sinceramente: los árboles
no tienen la culpa de la descomunal proliferación de candidaturas (y de
partidos, grupos y grup úsculos que componen no pocas candidaturas).
Ni que decir tiene que a la ciudadanía le
ampara el derecho a formar cuantas candidaturas considere conveniente con tal
de cumplir los requisitos estipulados en la ley. Sin embargo, es posible
también que la existencia de opciones políticas muy hermanas o muy primas
hermanas se deba, en parte, a la voracidad egocéntrica de algunos grupos
políticos, incapaces de renunciar a traspasar las lindes de su corral. Me
recuerdan a los militantes en Judea de la resistencia contra los romanos de la
película de los Monty Python “La vida de Brian”, siempre enzarzados en debates
sin fin y considerándose unos a otros disidentes por pertenecer al Frente
Judaico Popular o al Frente Popular de Judea o al Frente del Pueblo Judaico o
al Frente Popular del Pueblo Judaico. Tienen pleno derecho a constituir su
propia candidatura, pero lo siento por los árboles y por el pueblo, pues no
merecen semejante castigo.
Supongo que ciertas candidaturas al
Parlamento Europeo que defienden asuntos transversales (en principio, todo el
mundo está de acuerdo con sus propuestas), como el Partido Animalista, la Agrupación
de Electores Discapacitados y Enfermedades Raras o la Iniciativa Feminista se
presentan como tales por desconfianza o resquemor de gato escaldado respecto de
partidos supuestamente progresistas, pero que han mostrado muy tibiamente su
compromiso: de hecho, suelen limitarse a “apoyar” iniciativas, pero raramente a
sumarse diariamente a ellas e incluso a liderarlas.
He tenido ocasión de hablar con algunos
dirigentes de ciertos grupos políticos de izquierda sobre su falta de unión
para formar una gran y única coalición y he sacado dos conclusiones
principales: a) coinciden en el 90% de su programa y objetivos, b) declaran su
inocencia y echan la culpa a los demás de no haber conseguido conformar tal coalición
progresista. Con una buena dosis de buena voluntad y de desapego de los propios
despachos, siglas y egos, no es descabellado pensar en una única coalición (no
un mero conglomerado de siglas refractarias entre sí) por parte de Izquierda Plural,
PCPE, CHA-EQUO, Podemos, Partido X Partido del Futuro… (con el PSOE, cada vez
sé menos qué hacer y donde colocarlo). Incluso existe la opción progresista, no
marxista y cristiana de Solidaridad y Autogestión Internacionalista.
De igual forma, nos encontramos con varias
candidaturas que tienen como denominador común la República o la salida de la
UE y del euro o el ultraliberalismo o la oposición a cualquier recorte o el
voto en blanco… ¿España rebasa con creces la sátira que los Monty Python
hicieron del cainismo y de la afirmación de la propia identidad a base de
oponerse a cualquier persona o idea que no coincidan plenamente con la propia?
Algo similar puede decirse de determinadas candidaturas asentadas sobre la
afirmación autóctona territorial (por ejemplo, Foro de Ciudadanos, Puyalón de Cuchas-Os Pueblos Deciden, Partido
Andalucista, Partido Da Terra, Bloque Aragonés-Proyecto Europa…).
Antonio
Machado advierte en su Juan de Mairena de que no hay que perderse en los
adjetivos si ello implica perder de vista la propia función del sustantivo, a
no ser que lo sustancial de algo quede suplido por las meras apariencias de ese
algo: en tal caso, la plata será oro si es rubia, y el oro será plata siempre
que este oro sea cano. Pues bien, a costa de muchos árboles y de la abstención
de muchas ciudadanas y ciudadanos (al parecer, alrededor del 60% de electorado)
sigo sin discernir cuántas de esas treinta candidaturas al Parlamento Europeo
son sustantivos y cuántas adjetivos que podrían determinar y calificar a un
mismo sustantivo.
Hegel dejó
escrito en su Filosofía de la Historia que “nada grande se ha realizado en el
mundo sin pasión”. En la historia del pensamiento occidental podemos encontrar
numerosas descripciones y clasificaciones de pasión. Añadiré una más, de la que
tengo plena certeza de que no pasará a los anales de la filosofía: pasiones
limpias, oscuras y bajas. Y me da la impresión de que en las entrañas de esas
treinta candidaturas al Parlamento Europeo hay muchas pasiones de los tres
tipos.
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