miércoles, 21 de mayo de 2014

Árboles, pueblo y candidaturas


Publicado hoy en El Periódico de Aragón
En primer lugar, lo siento por los árboles: imagino la cantidad de papel dedicado a sobres y papeletas que llegan al buzón de cada casa de cada localidad de cada región de cada provincia y que también deberán estar en cada uno de  los colegios electorales en generosos montones; imagino la cantidad de folletos, banderitas y pancartas de papel presentes en los mítines y en los tenderetes montados en las calles y plazas principales de la ciudad; tras multiplicar todo ello por 30 (las treinta candidaturas que aspiran a tener representación en el Parlamento Europeo), aparece la enorme cantidad de árboles necesarios para cubrir todas esas necesidades de papel, y lo lamento sinceramente: los árboles no tienen la culpa de la descomunal proliferación de candidaturas (y de partidos, grupos y grupticos incapaces de renunciar a su corral, ndidaturas considere conveniente con tal de que cumplaan los requisitoss úsculos que componen no pocas candidaturas).
Ni que decir tiene que a la ciudadanía le ampara el derecho a formar cuantas candidaturas considere conveniente con tal de cumplir los requisitos estipulados en la ley. Sin embargo, es posible también que la existencia de opciones políticas muy hermanas o muy primas hermanas se deba, en parte, a la voracidad egocéntrica de algunos grupos políticos, incapaces de renunciar a traspasar las lindes de su corral. Me recuerdan a los militantes en Judea de la resistencia contra los romanos de la película de los Monty Python “La vida de Brian”, siempre enzarzados en debates sin fin y considerándose unos a otros disidentes por pertenecer al Frente Judaico Popular o al Frente Popular de Judea o al Frente del Pueblo Judaico o al Frente Popular del Pueblo Judaico. Tienen pleno derecho a constituir su propia candidatura, pero lo siento por los árboles y por el pueblo, pues no merecen semejante castigo.
Supongo que ciertas candidaturas al Parlamento Europeo que defienden asuntos transversales (en principio, todo el mundo está de acuerdo con sus propuestas), como el Partido Animalista, la Agrupación de Electores Discapacitados y Enfermedades Raras o la Iniciativa Feminista se presentan como tales por desconfianza o resquemor de gato escaldado respecto de partidos supuestamente progresistas, pero que han mostrado muy tibiamente su compromiso: de hecho, suelen limitarse a “apoyar” iniciativas, pero raramente a sumarse diariamente a ellas e incluso a liderarlas.
He tenido ocasión de hablar con algunos dirigentes de ciertos grupos políticos de izquierda sobre su falta de unión para formar una gran y única coalición y he sacado dos conclusiones principales: a) coinciden en el 90% de su programa y objetivos, b) declaran su inocencia y echan la culpa a los demás de no haber conseguido conformar tal coalición progresista. Con una buena dosis de buena voluntad y de desapego de los propios despachos, siglas y egos, no es descabellado pensar en una única coalición (no un mero conglomerado de siglas refractarias entre sí) por parte de Izquierda Plural, PCPE, CHA-EQUO, Podemos, Partido X Partido del Futuro… (con el PSOE, cada vez sé menos qué hacer y donde colocarlo). Incluso existe la opción progresista, no marxista y cristiana de Solidaridad y Autogestión Internacionalista.
De igual forma, nos encontramos con varias candidaturas que tienen como denominador común la República o la salida de la UE y del euro o el ultraliberalismo o la oposición a cualquier recorte o el voto en blanco… ¿España rebasa con creces la sátira que los Monty Python hicieron del cainismo y de la afirmación de la propia identidad a base de oponerse a cualquier persona o idea que no coincidan plenamente con la propia? Algo similar puede decirse de determinadas candidaturas asentadas sobre la afirmación autóctona territorial (por ejemplo, Foro de Ciudadanos,  Puyalón de Cuchas-Os Pueblos Deciden, Partido Andalucista, Partido Da Terra, Bloque Aragonés-Proyecto Europa…).
Antonio Machado advierte en su Juan de Mairena de que no hay que perderse en los adjetivos si ello implica perder de vista la propia función del sustantivo, a no ser que lo sustancial de algo quede suplido por las meras apariencias de ese algo: en tal caso, la plata será oro si es rubia, y el oro será plata siempre que este oro sea cano. Pues bien, a costa de muchos árboles y de la abstención de muchas ciudadanas y ciudadanos (al parecer, alrededor del 60% de electorado) sigo sin discernir cuántas de esas treinta candidaturas al Parlamento Europeo son sustantivos y cuántas adjetivos que podrían determinar y calificar a un mismo sustantivo.
Hegel dejó escrito en su Filosofía de la Historia que “nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión”. En la historia del pensamiento occidental podemos encontrar numerosas descripciones y clasificaciones de pasión. Añadiré una más, de la que tengo plena certeza de que no pasará a los anales de la filosofía: pasiones limpias, oscuras y bajas. Y me da la impresión de que en las entrañas de esas treinta candidaturas al Parlamento Europeo hay muchas pasiones de los tres tipos.

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