lunes, 7 de julio de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 288

Fresco, muy fresco, casi frío, ya en pleno julio. Marisol, Charo y el perroflauta motorizado han estado hablando en el portal una parte de la mañana. Después han venido un@s cuant@s amig@s de Podemos, y finalmente Indira. Una buena mañana.



Recuerdo que finalizaba la celebración del primer aniversario, 3 de junio, de nuestra presencia en el portal de la Consejera aragonesa de Educación. Me acerqué a Marisol y le dije: “mañana, el desierto…”, pues suponía que tras la fiesta nos esperaba la cotidianidad de las jornadas normales en el portal. Sin embargo, me equivoqué de plano: el mes completo siguiente –hasta el mismísimo tres de julio- iba a estar cargado de acontecimientos (multas, juicio, apoyo redoblado por parte de compañeras y compañeros…).
Hoy, lunes, me pregunto si me espera alguna otra suerte de desierto. Personalmente, tengo intención de permanecer en el portal todo el verano, como ya hice el año pasado, sosteniendo el mismo cartel. Eso implicó unas cuantas semanas de estar solo allí, objeto solo de las miradas de turistas y de curiosos. Desconozco cuál será el veredicto del juez, pero esa, y no otra, es mi voluntad. Me preguntaba el año pasado dónde estaba todo el profesorado que se había quedado en el paro en junio, sin cobrar los meses de verano y con la incertidumbre de no saber si tendría trabajo el curso siguiente. Casi me exasperaba, pues “las vacaciones del verano” parecen ser una especie de tótem, sagrado e incuestionado. Hoy me limito a ir cada día a un portal de la calle Alfonso I, vivir de mis convicciones, mantener mi coherencia conmigo mismo, disfrutar de la coincidencia entre lo que quiero, lo que debo y lo que hago/soy.

Anteayer, sábado, invitaba a los radioyentes de una emisora local (Radio Topo/Kantamañanas) a que se pusieran en la piel de Rosa Parks aquella mañana del 1 de diciembre de 1955 cuando se sentó en un asiento del bus destinado para blancos y no cedió su asiento a un hombre blanco. Rosa no esperó a tener decenas, centenares o miles de conciudadanos negros a su lado. Rosa, sola, temblaría por dentro como una hoja de cerezo en la alborada, apenas podría respirar y un sudor frío empaparía su ropa. El hecho cierto es que su acción le valió acabar en la cárcel.

Unos meses antes, el 2 de marzo de 1955, una estudiante negra de 15 años, Claudette Colvin, se había negado a ceder el asiento del autobús a un hombre blanco en la misma ciudad de Montgomery, lo cual le reportó igualmente cárcel y juicio.
No sé si hoy y durante el verano me espera el desierto, pero deseo cada día que en cada persona que desfila ante mis ojos por la calle Alfonso nazca una Rosa Parks o una Claudette Colvin.



Hasta mañana

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