jueves, 28 de agosto de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 327



Vuelvo a tener visita diaria de alguien a quien valoro y aprecio sobremanera. Se adosó a la pared del portal de la Consejera aragonesa de Educación en cuanto recompuse el cartel y me dispuse a pasar así y allí las próximas dos horas del día. “Estoy haciendo cuentas con el Amor”, saludó, “y es que a mi edad no es posible engañar o engañarnos”. ¡Pablo Neruda! ¡Pablo Neruda en el portal de la Consejera, a mi lado!
“Siempre he echado de menos el infinito de la mujer a quien amo y en el       que me zambullo”, explicó Neruda, “tu desértica soledad se torna vergel en este portal, sin infinitos femeninos, pero pleno de horizontes sin límite”. Me sonreí, pues la ironía era quirúrgicamente fina. Y entonces siguió contándome: “La boca de la vida besa mi boca. Vivo. Amo y soy amado. No me circunscribo a los contornos de una mujer, por mucho que la ame, pues recibo en mi ser cuanto existe”.
“Precioso, Pablo, me emociona escucharte, tienes el tino exacto para llegar directamente al corazón”. “Gracias, Antonio”, continuó Pablo Neruda, “lo importante es que siempre te sientas bien, feliz. Ser feliz, sí, ser feliz porque sí, porque respiro y porque tú respiras, ser feliz porque toco la rodilla que anhelo bajo el rumor de las olas que rompen contra la arena.  Es como si tocara la piel azul del cielo y su frescura….”.
“Me siento algo cansado, Pablo”, confesé, “demasiado caminar tantos años siempre hacia arriba, preguntándome si acaso no soy otra cosa que un remedo de Sísifo”.
Pablo Neruda se quedó pensativo durante un buen rato. Después, con su mirada aparentemente perdida en el suelo, comentó: “Entre los labios y la voz, algo se va muriendo, algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido. Así como las redes no retienen el agua, apenas quedan gotas temblando. Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces. Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca. Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco. Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío, mi corazón se cierra como una flor nocturna…”.
“Siempre tenía entre ceja y ceja componer una canción con ´puedo escribir los versos más tristes esta noche…´, pero me quedaba paralizado, leyendo una y otra vez ese tu poema, emborronándolo en cada intento…”, le conté.
“Tú escribes diariamente alegres versos cada mañana en este portal. Por eso estoy ahora aquí, contigo, Antonio”, me respondió Pablo Neruda.
Me puse a llorar a mares por dentro, sin que lo notaran los viandantes de la calle Alfonso I de Zaragoza. En mis manos dejó Pablo Neruda una caracola y una miniatura de un mascarón de proa.





Hoy he tenido el privilegio de estar con Marisol, Marga, Sergio, Carlos, Iñaki…. y otros muchos compañeros y compañeras. Hemos disfrutado de pompas de jabón y también hemos librado de una multa casi segura al autor de las pompas, retenido e identificado a pocos metros de nosotros por la Policía Local.



Hasta  mañana

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