martes, 7 de octubre de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 355

España y Europa están conmocionadas por el caso de la auxiliar de enfermería  contagiada por Ébola en Madrid. Arrecian las críticas, merecidas, contra Ana Mato y su gestión de la sanidad española. Sin embargo, lamentablemente este país suele estar a la cabeza de la crítica cainita siempre que sea a posteriori, una vez acaecido el desastre. Antes, España y l@s español@s dormitamos, que no es poco.
Ahora, una vez que los ricos se ven en riesgo, es posible que se descubra una vacuna eficaz contra el Ébola. De los miles o… más (¿cuántos? ¿cuántos?) muertos entre podredumbre y sangre en Liberia, Sierra Leona y otros países del “tercer mundo” no nos hemos enterado, salvo por alguna imagen fugaz o una breve noticia aparecidas en los medios. Somos unos hipócritas irremediablemente hipócritas en el mundo rico, donde comemos todos los días y nos vacunan desde pequeñitos de lo que haga falta.
Murieron dos curas católicos infectados de Ébola… en España. ¿No podrían haberse quedado donde estaban, muriendo con los que morían a su lado, como hizo su maestro y fundador, un judío, de nombre Jesús? No se trata de reclamar ahora desde el egoísmo, sino de señalar la realidad desde los hechos. Como eran europeos, aquellos clérigos fueron repatriados con medios que cuestan una millonada. Predicaban aquello de dar la vida por sus ovejas. La realidad fue que ni murieron por ni con sus conciudadanos africanos. Ah, y de ovejas, nada.
Dentro de un rato (escribo por la mañana)  iré al portal de la vivienda de la Consejera aragonesa de Educación a reclamar una educación de calidad para tod@s, a denunciar los recortes perpetrados por el Gobierno de Rajoy y Rudi. Espero no olvidarme jamás de que más de la mitad de la humanidad, miles de millones de seres humanos, no tienen escuela, mucho menos una escuela de una mínima calidad. No es que la reivindicación no se ajuste a los hechos, pero he de reconocer la perspectiva etnocéntrica y la visión onfaloscópica (desde el propio ombligo) del mundo y de la vida a las que solemos tender desde el Occidente septentrional.
Mañana iré a Madrid a asistir (finalmente, no hablaré; escribiré pronto del tema y de lo inefable, Félix) a la presentación de un anuncio publicitario sobre la evitación de sufrimientos innecesarios y la prolongación indeseable de la vida de un enfermo terminal. Se trata, sin duda, de un objetivo digno y valioso. “Ni un segundo de sufrimiento innecesario”, suelo decir a quienes me cuentan el dolor que les produce un ser querido o un conocido en proceso de grave e irremediable deterioro físico o en situación terminal. Lo digo de corazón y en un país donde hay medios para evitar un solo segundo de sufrimiento innecesario, pero espero no olvidarme jamás de que cada día mueren en gran parte del planeta Tierra decenas de miles de niños y de adultos, plenos de impotencia, roña y dolor, por carecer de los medios sanitarios más elementales. La muerte digna se publicita en el mundo rico. La muerte indigna se tapa, se oculta, se esconde, se encubre.
Por lo demás, siguen las fiestas del Pilar. ¡Faltaría más! Riadas de gente por las calles. Un buen número de compañer@s en el portal de la calle Alfonso. Aquí va una muestra.




Y para un buen asturiano residente en Salamanca:


Hasta mañana

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