miércoles, 7 de enero de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 417


Aún desayunando, he notado hoy una sombra a mi espalda. Desde el primer momento, he adivinado quién era, pues lo conozco por su peculiar respiración nasal, antes de romper a hablar. Nietzsche, sí, Friedrich Nietzsche, su mirada fija en mis ojos, su bigote inconfundible. Me ha estado acompañando durante toda la jornada, lo cual me produce siempre un sosegado desasosiego interior.

Escuchas últimamente cantos de sirena”, me dice, “pues pulpos disfrazados de sirena dicen necesitarte porque precisan de personas de una cierta cultura y conocedores del mundo educativo. Hoy comienzan las rebajas, también las rebajas de la cultura. No olvides que este año recién comenzado está preñado de montañas electorales que parirán ratones. Quizá por eso te llaman y dicen necesitarte. Pregúntate a qué se refieren cuando te hablan de cultura y de educación, porque así caerás en la cuenta del inmenso equívoco en que ha caído el mundo en que vives. Por cultura entienden una degeneración: un estar al corriente de todo lo que pasa y ocurre, saber desenvolverte sobre cualquier tema en una tertulia, sin verdadera valoración de lo que se dice y se piensa. Para poder decir algo con sentido es preciso tener antes algo que decir. Y te requieren para que contribuyas a idear algo que decir.  Antonio, ten cuidado, te quieren como póster, al margen del saber, del conocimiento y de la vivencia de la realidad”.

Y continuó hablando Nietzsche: “Mira a todos esas personas, irresponsables llamados ‘responsables’ y ‘dirigentes’ (dirigen solo hacia la autoaniquilación del pueblo). Critican la caspa, cargados de caspa (1). Adolecen de la misma degeneración, llevan encima las señales de esa degeneración. ¿Cómo puede valorarse correctamente a las personas cultivadas (no necesariamente poseen títulos universitarios) si se confunde cultura con erudición, educación con instrucción? No se busca más que la algarabía donde más sabio es el que más habla, el que más grita. ¡Cuántas veces te has desesperado entre tanto grito al no poder expresar algo razonablemente sensato o, al menos, guardar silencio y dejar reposar tu espíritu! Gritan tanto sobre todo para no tener que escucharse a sí mismos. Pero no lo consiguen, se contemplan ante el espejo (desconocen otra forma de mirada interior) y su grito se torna alarido. Por eso te buscan algunas personas: quieren de ti el póster que les ayude a figurar en el grupo político o cultural donde pretenden incluirte, incapaces de reconocer su mediocridad, hombres de incultura degenerada, cosidos a su propia ignorancia, bárbaros, esclavos del día, de las migajas de cargos, de poder, de colocación o de dinero, ligados a la cadena del oportunismo, hambrientos, eternamente hambrientos de su propio humo”.
(1) No estoy seguro de si Nietzsche dijo “caspa” o “casta” o ambas.

Por primera vez, Friedrich Nietzsche se acercó y me abrazó. “Quédate donde estás, Antonio, este portal te abre a las estrellas de tu propia esencia, permanece allí. Vendrán otros portales hasta el final de tu tiempo. Fuera de ellos solo hay amargura”. Y se fue. No sé si fue cosa de mi imaginación, pero me pareció que lloraba quedamente, como llora un anciano, cansado de vivir, que aún añora lo que a raudales se le está escapando entre los dedos. Lágrimas dejó también en mis ojos, pero sobre todo un infinito alivio, este alivio que ahora me embarga-

Hoy hemos tenido la fortuna de volver a estar juntas unas cuantas personas en el portal de la Consejera aragonesa de Educación. Me permito destacar a Maite, que cada mañana me saluda y me anima desde su balcón de Facebook, y a Carlos, profesor de historia en un instituto zaragozano.




William James, al que tenía y sigo teniendo como un interesante pensador y psicólogo estadounidense que cabalga entre el XIX y el XX aparece de repente, saca una guitarra de su levita y se pone a cantar:



 Hasta mañana

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