miércoles, 11 de febrero de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 441


Llegó ayer Martin Heidegger a mi casa sin avisar, y enseguida soltó lo que deseaba plantearme: “Imagina que estás en una habitación con otras ocho personas. Algunas son amigas o conocidas. Otras, no las conoces. Os ponéis a hablar sobre cuál ha sido el pintor más decisivo en la historia de la humanidad. Cada una tiene su propia opinión, pero al final todas van coincidiendo en que fue el pintor flamenco Peter Paul Rubens. A ti te extraña mucho que Rubens haya obtenido finalmente la unanimidad de casi todos los contertulios. Por otro lado, tus conocimientos sobre arte y sobre historia son bastante someros, por lo que no te encuentras en condiciones de contrastar tu parecer con las afirmaciones de algunos, que parecen ser verdaderos expertos en la vida y la obra del artista. El hecho es que, finalmente, todas y cada una de esas personas han ido coincidiendo en tono laudatorio en que Peter Paul Rubens es el pintor más decisivo en la historia del arte de la humanidad. ¿Cuál sería tu postura ante semejante hecho? ¿Te opondrías a la opinión unánime del resto? ¿Manifestarías abiertamente tu disconformidad? ¿Optarías por callar? ¿Empezarías a pensar que quizá, o seguramente, aquellas personas tienen razón? ¿Te encogerías de hombros y te pondrías a pensar en otra cosa?”
Vete a saber”, le respondí, pero Heidegger prosiguió con sus planteamientos, como si le importara un higo cualquier respuesta por mi parte: “Es costoso y difícil resistirse a la dictadura de un sujeto aparentemente inexistente, pero que tiende a acompañarnos allá por donde vamos: el sujeto impersonal “se” (“se” dice, “se” piensa, “se” prefiere, “se” lleva, “se” viste, “se” compra, “se” vota, “se”…). Precisamente porque ese “se” es impersonal y anónimo, destaca por su discreción. Si nos adaptamos a sus recomendaciones, si nos acostumbramos a su compañía, el “se” alivia nuestra responsabilidad a la hora de pensar o actuar, incluso nos “impersonaliza”. El “se” puede llegar a ser un factor tan imperceptible como decisivo en nuestras vidas, conllevando además que nada ni nadie podrá pedirnos cuentas por lo que hacemos o dejamos de hacer, pues ese “se” nos exime de cualquier responsabilidad personal.
Otro sujeto frecuentemente utilizado es “la gente”: por ejemplo, “yo no hago nada, porque la gente no hace nada” o “no hay condiciones objetivas para la acción social mientras no haya más gente”. “La gente” es un chollo, un aquietador de las conciencias, un buen acompañante de todos los Tartufos del mundo”.
Recordé entonces, al hilo de lo que decía Heidegger, que hace ya muchos años, yendo cada mañana a trabajar, leía en la pared de una estación del Metro madrileño: “200.000 millones de moscas no pueden equivocarse: comamos mierda”. En otras palabras, en una determinada época el grupo hubiese votado mayoritariamente por que la Tierra es plana o por que la vida surge por generación espontánea.
En la parada misma del autobús he tenido hoy la fortuna de encontrarme con Teresa unos segundos, y poco después de llegar a mi punto de destino he visto mi fortuna aún más aumentada al tomarme un café con Laura y charlar un rato con ella.  

Ha interrumpido la conversación el mismísimo Tolstoi, que con aire solemne nos ha dicho: “No hay condiciones de vida a las que un hombre no pueda acostumbrarse, especialmente si ve que a su alrededor todos las aceptan”.
(Diré finalmente que, aunque hubiera estado escuchando realmente lo que mis otros nueve contertulios hipotéticos afirmaban sobre Rubens, he de confesar que hace tiempo estaba indeciso, pero ahora ya no estoy tan seguro de que mi decisión –diferente- hubiera sido la acertada. Pero en cualquier caso habría sido LA MÍA).


En ese momento, viene en mi auxilio Friedrich Nietzsche y me dice, sacudiendo mis hombros: “¡Si queréis subir a lo alto emplead vuestras propias piernas! ¡No dejéis que os lleven hasta arriba, no os sentéis sobre espaldas y cabezas de otros!”.

Hoy ha hecho un frío que pela, ha llovido bastante al principio y no ha dejado de caer a veces aguanieve. Me había hecho ya a la idea de que cantaría solo El Canto a la Libertad, cuando segundos antes han llegado un tenor y un barítono. Una vez perpetrado el canto, hemos disfrutado de más compañía.




La música aúna instrumentos y sensibilidades en la armonía de la identidad de cada uno.



Hasta mañana

2 comentarios:

  1. Gracias, Antonio.
    Hoy tus comentarios y tus lecciones y sobre todo tu lucha personal me acompañan de una forma especial, ya que te estoy leyendo en una clínica de Burdeos, donde ayer fui intervenido de un cáncer de próstata...
    Nada importante. En dos días vuelvo a mi Asturias querida y seguiré mi vida normal.
    Admiro más que nunca tu lucha y tu ejemplo y tu espíritu de superación me sirve de ejemplo y guía para mi propia recuperación
    Un fuerte abrazo de tu amigo Tino

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  2. Un gran abrazo, querido Tino, mi buen amigo y compañero. Recupérate pronto que el mundo necesita cada vez más personas buenas como tú.

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