miércoles, 25 de marzo de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 466


Me he despertado esta noche con una sensación extraña. Pronto he percibido el ir y venir de unos pies que se arrastraban por el pasillo de casa. Eran pasos cansinos, que parecían luchar cada segundo por poder dar el siguiente paso. Asomé mi cabeza desde el dormitorio y él detuvo su transitar por el pasillo. Nos miramos en la penumbra y lo reconocí en el acto: George Steiner, profesor y escritor nacido en Francia, pero afincado en Inglaterra, a quien tanto debo agradecer los momentos sublimes que me ha proporcionado la lectura de sus libros, especialmente uno, cuyo título suena a paradójico: “Los libros que nunca he escrito”.

Sobre mi mesilla descansa ese libro, ayer me dormí leyendo la breve sinopsis que ofrece Siruela de la obra: En esta obra, extremadamente audaz y original, George Steiner habla de siete libros que no escribió. Porque las intimidades y las indiscreciones eran demasiadas. Porque el tema acarreaba excesivo sufrimiento. Porque el desafío intelectual o emocional que suponía parecía estar más allá de sus capacidades. Los temas concretos versan sobre cuestiones muy variadas y desafían tabúes convencionales: el tormento que padecen las personas de talento que viven entre los grandes cuando se comparan con ellos; la experiencia del sexo en diferentes idiomas; el amor por los animales que supera al amor por los seres humanos; el costoso privilegio del exilio; una teología del vacío… Sin embargo, en esta diversidad subyace una percepción unificadora. Lo mejor que tenemos o que podemos producir no es más que la punta del iceberg. Detrás de todo gran libro, como una sombra, está el libro que se ha quedado sin escribir”.

Lo saludé y nos quedamos plantados en pleno pasillo, pues George Steiner rehusó el café y el sillón del comedor que le ofrecí, seguramente al darse cuenta del sueño que apenas podían disimular mis ojos. “¿No puedes dormir, George?”, le pregunté. “Vengo a hacerte compañía unos minutos”, respondió Steiner, “ahora me voy, no te preocupes”. “¿Te inquieta algo, George?, volví a inquirir. “Siempre me están mordiendo mil inquietudes y preguntas, Antonio, pero hoy solo vengo a aliviar y espantar por unos momentos las tuyas”. “Dime, George”. Y George Steiner habló así:

“Lo que yo te propongo fervientemente es esto: la fe o la falta de fe es o debiera ser el elemento más privado, más discretamente protegido de la persona. El alma también debe tener sus partes íntimas. La publicación abarata y falsifica la fe de manera irremediable. El creyente adulto trata de estar solo con su Dios. Como yo trato de estar con su soberana ausencia. Ya he dicho - he dejado de decir - demasiado".

Me quedé en silencio, escuchando a un niño que lloraba quedamente en mi interior. Volví a la cama. Steiner se quedó mirándome amigablemente desde la puerta de mi cuarto, después se dio media vuelta, escuché sus pasos arrastrándose por el pasillo y al poco tiempo me quedé dormido de nuevo.

Hoy ha sido publicado en el Huffington Post mi artículo Andalucía canta por peteneras. Lo he dado a conocer en Internet antes de ir al portal de la Consejera aragonesa de Educación, donde Marisol, Carlos y Sergio han estado con el perroflauta motorizado, a pesar del frío y del cierzo. ¡Cuánto quiero a la gente que quiere una escuela pública y laica, y lo demuestra cada día que puede con su voz y sobre todo con su propia vida!



Civil Twilight canta ahora una bella canción


Hasta mañana



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