miércoles, 20 de abril de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 687



 Superando cualquier previsión (la vida suele superar la previsión), ayer una jornada magnífica con Begoña y Jorge. Inefable pretende denotar lo que no se puede decir con palabras. Ayer fue pequeño, tranquilo, inefable. Por la tarde, en el Auditorio, Maria Joao Pires interpretaba al piano El Concierto para piano nº 2, con la Orquesta Sinfónica de Suecia, dirigida por Daniel Harding. En la segunda parte del Concierto, la Sinfonía nº 9 “del Nuevo Mundo”, de A. Dvorak.

Inefable belleza.

El arte y la belleza encierran ideas y emociones, son un acto creativo y un producto a percibir y degustar, conmueven e interpelan. No son solo productos o cosas, sino que muestran el mundo a través de la mirada del artista y de quienes tienen la fortuna de saborear su obra. La belleza es sonido, color, forma, movimiento, vida, palabra, vuela en lo inefable e inexpresable más allá de cualquiera de sus expresiones concretas.


En cierto modo, la creación de la belleza ofrece una visión o imagen de una parcela del mundo, a base de palpitaciones de su ser. El artista re-crea a través de su obra. La obra de arte pertenece a una dimensión de lo humano difícilmente identificable, pues en ocasiones parecer rayar, repito, lo inefable: no se deja apresar en un pentagrama, unos planos, un lienzo o una masa de piedra o bronce, trasciende todo ello, apunta al sentido estético del perceptor y lo traslada a un mundo que sobrepasa su vida cotidiana (lo con-mueve). El artista expresa así su impresión ante, con, en y de la vida, y con ello acuña en el perceptor de su obra un océano de impresiones, no solo emotivas o intelectuales, sino inefables.


Precisamente  por ello, Ludwig Wittgenstein recomienda callar si no se puede hablar de algo, a la vez que reconoce que existe “lo inexpresable”, es decir, “lo que se muestra a sí mismo”, lo “místico”, entendiendo por místico “sentir el mundo como un todo limitado”, ya que lo místico no estriba en cómo es el mundo, sino en que el mundo es.

La vida, al igual que todo lo humano, no es uniforme, sino fractal, y abarca un complejo conjunto de matices y variaciones sin fin. El arte es una excelente expresión de esa fractalidad del mundo y de la vida, de la belleza. 
Ayer, en el Auditorio de Zaragoza, con Begoña y Jorge, me vi envuelto en la belleza, sin tiempo, sin espacio.





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